Twenty-Third Sunday in Ordinary Time, Year C-2019
- Learning Well from Our Master and Teacher
Jesus Christ is our one Teacher. Those who do not stop learning from him, following him on the way of the cross, are truly his disciples.
Great crowds travel with Jesus. But quality matters to him more than quantity. He wants disciples who do not only go with him but also are learning from him.
After all, learning from a teacher is what to be a disciple means. And learning from Jesus is what counts above all. For since he is the Messiah, he is our one Teacher (Mt 23. 10).
Besides, unlike not a few official teachers, Jesus practices what he preaches. He teaches, yes, by words and deeds. And so, Christian learning is not so much about knowing laws and doctrines as following “the Way” (see Acts 9, 2; 19. 9. 23; 22. 4; 24, 14. 22). Not to abolish, then, the law and the prophets, but to fulfill them, may refer also to such way of walking. For Halakhah, though usually translated as “Jewish Law” literally means “the path that one walks.”
And Jesus straight out warns us that walking with him and learning from him is not at all easy. In the first place, he asks total availability from his disciples. In the second place, since worldly people persecute him, his disciples can expect persecution also (see Jn 5, 20). The disciples, in the third place, following their Teacher, are not to take money as their reason for being and acting.
In the face of such demands of the Way, we who seek learning from Jesus must sit down and think.
Jesus, of course, does not want us to fail. That is why he challenges us to think and see if we have what it takes to be his disciples.
That is, Jesus wishes us success in becoming like him, obedient to God and, hence, committed to the poor. Undoubtedly, it is God’s will that they live more humanly and with dignity. We cannot, then, let family or personal interests hinder us from doing God’s will.
Nor can we let fear of persecution, hunger or nakedness stop us. So, Jesus encourages us, going ahead of us on the road. On the road leading to the giving up of the body and the shedding of blood. On the road of renouncement of all possessions.
Yes, such learning is hard. But it makes for wisdom, freedom and brotherhood or sisterhood, the abolition of slavery. And it leads, finally, to the resurrection and exaltation. “We cannot better assure our eternal happiness than by living and dying in the service of the poor, in the arms of Providence and with genuine renouncement of ourselves in order to follow Jesus Christ” (SV.EN III:384).
Lord Jesus, grant that we keep learning from you, carrying the cross and following your footsteps.
8 September 2019
23rd Sunday in O.T. (C)
Wis 9, 13-18b; Phmn 9-10. 12-17; Lk 14, 25-33
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Aprender bien de nuestro Maestro y Señor
Jesucristo es nuestro solo Maestro. Y son discípulos suyos de verdad quienes no dejan de aprender de él, siguiéndole por el camino de la cruz.
Mucha gente acompaña a Jesús en el camino. Pero a él le importa más la calidad que la cantidad. Él busca a discípulos que no solo le acompañen, sino que estén listos también para aprender de él.
Después de todo, aprender de un maestro es lo que quiere decir ser discípulo o discípula. Y aprender de Jesús es el aprendizaje que cuenta sobre todo. Pues, siendo el Mesías, él solo es nuestro Maestro (Mt 23. 10).
A diferencia además de no pocos maestros oficiales, Jesús hace lo que dice. Enseña, sí, de palabra y de obra. Por tanto, el aprender cristiano consiste no tanto en conocer unas leyes o doctrinas como en seguir «el Camino» (véase Hch 9, 2; 19. 9. 23; 22. 4; 24, 14. 22). Entonces, no abolir la ley y los profetas, sino darles plenitud, posiblemente se refiera también a ese caminar. Pues la Halajá o Jalajá, traducida generalmente como «la ley judía», significa primero «la forma de caminar».
Y advierte Jesús sin rodeos que caminar con él y aprender de él no es nada fácil. En primer lugar, les pide a sus discípulos una disponibilidad total. En segundo lugar, como a él lo persiguen los mundanos, pueden esperar la persecución también sus discípulos (véase Jn 15, 20). Los discípulos, en tercer lugar, a imitación de su Maestro, no deben tomar el dinero como su razón de ser y actuar.
Ante esas exigencias del Camino, los que buscamos aprender de Jesús debemos sentarnos a reflexionar.
Desde luego, no quiere Jesús que fracasemos. Por eso, nos desafía a pensar a ver si contamos con lo necesario para ser discípulos suyos.
Es decir, nos desea Jesús el éxito de que seamos como él, obedientes a Dios y, por tanto, comprometidos con los pobres. Indudablemente, es la voluntad de Dios que ellos vivan de manera más humana y digna. No debemos dejar, pues, que nos impidan hacer la voluntad divina nuestros intereses familiares o personales.
Ni hemos de dejarnos detener por el miedo a las persecuciones, al hambre o a la desnudez. Por eso, nos anima Jesús, precediéndonos en el camino de la entrega del cuerpo y del derramamiento de la sangre. En el camino de la renuncia a todos los bienes.
Es duro, sí, ese aprender. Pero lleva a la sabiduría, la libertad y la hermandad, la abolición de la esclavitud. Y, por último a la resurreccion y la exaltación. «No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres, en los brazos de la Providencia y en una renuncia actual a nosotros mismos, para seguir a Jesucristo» (SV.ES III:359).
Señor Jesús, concédenos aprender de ti, soportando la cruz y siguiendo tus pasos.
8 Septiembre 2019
23º Domingo de T.O. (C)
Sab 9, 13-18b; Film 9-10. 12-17; Lc 14, 25-33