Twenty-Seventh Sunday in Ordinary Time, Year B-2018
- Count Those Who Are Nothing in the Eyes of the World
Jesus is a stronghold for the oppressed. He wants us to shield the helpless. And he commands us to count those who are nothing in the eyes of the world.
One can suppose that women and children do not count in Herod’s world. For he had no qualms about ordering the murder of boys, age two or younger, in Bethlehem and its vicinity. One can assume, too, that the wailing and weeping of inconsolable mothers did not at all bother him.
The only thing that really bothered the king, apparently, was the thought that he could lose his throne. It greatly troubled him and all Jerusalem. Did the citizens count, then, on the king to spill out his anger, fear and insecurity in such an outrageous way?
Sadly, many mothers and children today continue not to count still because of people’s fears and insecurities. Because of some rulers’ unquenchable thirst for power and greatness. One has only to point to the separation of children from their mothers at the U.S.-Mexico border.
Today, then, no less than yesterday, Jesus asks his followers to make sure that women and children count. He is not ashamed to call us brothers and sisters. It is clear, that is, that all family members must be part of the count.
Jesus does not want the hardness of human hearts to be the one to count.
Jesus, yes, sends us back to the beginning. He wants what God has originally meant to rule the day. So, he voids the law that says a husband can divorce his wife and throw her out. The wife, in contrast, cannot do the same. But God’s plan from the beginning is for man and woman to become one flesh. Male domination has no place in that plan. He wants man and woman to share till the end a life of self-giving, without imposition or submission. We have to understand, as did St. Vincent de Paul, that men and women are partners in the preaching of the Good News.
Jesus is sure to count children also.
It makes Jesus angry that his disciples are telling the children to go away. In the mind of the disciples, perhaps, the children have nothing to add to the discussion at hand.
But Jesus lets the children come to him. He affirms their worth and their embodiment of true acceptance of the kingdom of God. And to drive his point home, he embraces the children and blesses them, placing his hands on them. And so, those who burden themselves with abandoned children are true disciples (SV.EN XII:78).
Lord Jesus, you handed yourself over for us. May we learn from you and be ready to give our bodies up and shed our blood for those who do not count in the eyes of the world.
7 October 2018
27th Sunday in O.T. (B)
Gen 2, 18-24; Heb 2, 9-11; Mk 10, 2-16
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Contar a quienes no cuentan a los ojos del mundo
Jesús es refugio de los oprimidos. Nos quiere protegiendo a los indefensos. Y nos manda contar a las personas que no cuentan a los ojos del mundo.
Se puede suponer que las mujeres y los niños quedaban sin contar en el mundo herodiano. Pues, Herodes, sin ningún reparo, mandó matar a los niños, de dos años o menos, en Belén y sus alrededores. Es de suponer también que no le molestaban al rey los llantos y los lamentos de madres inconsolables.
La única cosa que le molestaba al rey, por lo visto, era el pensar que podría perder el trono. Por tal pensamiento, se sobresaltó Herodes y todo Jerusalén con él. ¿Acaso no podían los ciudadanos sino contar con él para desahogar su furia, temor e inseguridad de manera atroz?
Lamentablemente, siguen todavía sin contar hoy en día muchas madres y sus niños debido a los temores e inseguridades de unas personas. Debido a la sed inapagable de poder y grandeza por parte de unos líderes. Nos basta con señalar la separación de los niños y sus madres en la frontera entre los EE.UU. y México.
Así que hoy, como ayer, pide Jesús a sus seguidores que procuren hacer contar a las mujeres y a los niños. No se avergüenza él de llamarnos hermanos y hermanas. Es decir, se nos deja claro que todos los miembros de la familia deben contar.
No quiere Jesús que la terquedad humana sea lo que ha de contar.
Nos remite Jesús, sí, al principio. Quiere que lo que ha intentado Dios originalmente prevalezca. Anula, pues, la ley que dice que el marido puede romper el vínculo matrimonial y expulsar de casa a su señora. La mujer, por el contrario, no puede hacer lo mismo. Pero según el plan de Dios desde el principio, el hombre y la mujer son una sola carne. El machismo no tiene cabida en ese plan original. Quiere Dios que el hombre y la mujer compartan una vida de entrega, sin imposición ni sumisión. Hemos de entender, como san Vicente de Paúl, que los hombres y las mujeres son colaboradores en el anuncio del Evangelio.
Jesús no deja de contar tampoco a los niños.
Se indigna Jesús porque sus discípulos les manda a los niños que se larguen de allí. Quizás tengan pensado los discípulos que los niños no tienen nada que aportar al debate en cuestión.
Pero Jesús deja que los niños se acerquen a él. Afirma él el valor de ellos. Encarnan la manera auténtica de aceptar el reino de Dios. Y para destacar su enseñanza, Jesús abraza a los niños y los bendice, imponiéndoles las manos. Así pues, son verdaderos discípulos los que se encargan de los niños expósitos (SV.ES XI:394).
Señor Jesús, te entregaste por nosotros. Haz que aprendamos de ti y estemos listos para entregar nuestro cuerpo y derramar nuestra sangre por los que no cuentan a los ojos del mundo.
7 Octubre 2018
27º Domingo de T.O. (B)
Gén 2, 18-24; Heb 2, 9-11; Mc 10, 2-16