Twenty-Seventh Sunday in Ordinary Time, Year A-2017
- Fruit of righteousness that the Kingdom demands
The fruit of righteousness comes through Jesus Christ for the praise and glory of God. And those who remain in Jesus and he in them bear much fruit.
God expects righteousness from his people. In fact, God’s people prove themselves before him through the fruit of righteousness that they bear. Bearing such fruit, they are the glory of Israel and the light of the nations also.
But if they bear fruit of wickedness, God will leave them, then, in their stubbornness of heart. Besides, he will surely make those who are his cherished plant answer to him for their unjust deeds. Their malice will recoil on themselves and their violence will fall on their own heads also. And, of course, God will take their chosenness away from them and will give it to others who will be fruitful.
Without bearing the fruit of righteousness, “the new people of God” will likewise be rejected.
We Christians call ourselves “the new vineyard” that God cherishes. It goes without saying that such name comes with responsibility. God expects us, yes, to be fruitful.
Righteousness demands that we welcome the excluded, and that we show mercy to the poor and solidarity with those who suffer. And, in particular, we who claim to be Vincentians should examine ourselves. Are we truly faithful to the Vincentian charism? In trying to embody it, are we zealous or rather lukewarm? Tepidity makes for unfruitfulness.
And we must take seriously St. Vincent de Paul’s warning (Abelly II:235):
- We must fear … that God may take this harvest from us, for he gives his graces to others if we fail to use them as we ought.
Lord Jesus, through your obedience unto death, through your sacrifice, make us bear fruit of righteousness. Grant that we think about, and put into practice, whatever is true, honorable, just, pure, lovely, gracious, excellent and praiseworthy.
8 October 2017
27th Sunday in O.T. (A)
Is 5, 1-7; Phil 4, 6-9; Mt 21, 33-43
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Fruto de justicia que el Reino exige
Por medio de Jesucristo se produce, para gloria y alabanza de Dios, el fruto de justicia. Los que permanecen en Jesús, y él en ellos, dan fruto abundante.
Dios espera derecho de los suyos. De hecho, los del pueblo de Dios se acreditan ante él por su fruto de justicia. Cargados con dicho fruto, quedan constituidos gloria de Israel y luz de las naciones.
Pero si ellos producen frutos de iniquidad, entonces Dios los abandonará a su corazón obstinado. Ciertmente, Dios les tomará cuentas además de todas sus acciones injustas a los que son su plantel preferido. Caerán ellos mismos en la fosa de injusticias que cavan y ahondan. Su maldad recaerá sobre su cabeza; bajará su violencia sobre su cráneo. Y, por supuesto, se les quitará su elección a ellos y también a sus dirigentes malvados. Ella, entonces, pasará a otros que produzcan frutos de justicia.
Sin producir el fruto de justicia, quedará rechazado asimismo «el nuevo pueblo de Dios».
Los cristianos nos llamamos «la nueva viña preferida». Huelga decir que tal nombre conlleva responsabilidades. Dios espera, sí, que nosotros demos fruto abundante de obras de justicia.
La justicia exige que acojamos a los excluidos, seamos compasivos hacia los pobres y solidarios con los que sufren. Y los que nos decimos vicentinos, en particular, hemos de examinarnos. ¿Fieles somos verdaderamente al carisma vicenciano? En tratar de encarnarlo, ¿celosos somos nosotros o más bien tibios? La tibieza lleva a la infecundidad.
Y debemos tomar en serio la advertencia de san Vicente de Paúl: (Abelly II:277):
- Temamos … que Dios nos quite esta cosecha que nos ofrece; pues, cuando uno no usa sus gracias debidamente, él se las pasa a otros.
Señor Jesús, por tu obediencia hasta la muerte, por tu sacrificio, haz que demos fruto de justicia. Concédenos tener en cuenta y poner en práctica todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable.
8 Octubre 2017
27º Domingo de T.O. (A)
Is 5, 1-7; Fil 4, 6-9; Mt 21, 33-43