Twenty-First Sunday in Ordinary Time, Year B-2018
- Hard Times of Crisis and Decision of Faith
Jesus has the words of eternal life. True disciples hear and do his words, even though they may find them hard and painful to swallow.
Those from Judea, who grumble against a Galilean from Nazareth and later quarreled among themselves, spread unbelief. For, soon enough, many disciples remark that what Jesus has just taught is hard and unacceptable. They cannot understand his saying that his flesh is true food and his blood, true drink. It is also a stumbling-block to them that he claims he is the bread from heaven.
But Jesus does not reassure the scandalized. Rather, he warns that he will scandalize them even more, since he will go up to where he came from. They will see more clearly the falsehood of the dilemma, “Either divinity or humanity.” He will then reveal, in a hard and shocking, awesome and fascinating way, that he is Divine-Human.
Without doubt, it is hard to believe that Jesus is at once divine and human. It seems that even John has difficulty expressing this truth. According to the evangelist, Jesus says that flesh is of no avail. But the same Jesus also states that his flesh is true food.
John, moreover, associates the world with sin. That is why those who belong to Jesus are in the world, but not of the world. Yet God so loves the world that he gives his only Son. He does not want to condemn the world, but to save it through his Son.
Where do we stand then? And it becomes unmistakably clear that we are to believe simply, as hard as we may find it.
“God-with-us” poses a hard challenge.
Jesus shows us how to keep in balance the seemingly opposite poles of human existence. His life demonstrates how we should live the mystery, his and ours.
Surely, he expects us to make up our mind. Do we leave him in order to go back to our customary and easy way of life? Or do we stay with him, in spite of his hard saying, acknowledging that he has the words of eternal? Is there someone else really to whom we can go?
And in hard times of scandals—of our own making, not Jesus’—it is helpful to keep in mind that God is at work in human history, “making crooked ways straight and rough ways smooth. And ultimately, God’s love prevails, a truth revealed in the person and life of Jesus” (Robert P. Maloney). Maloney says elsewhere, “At times when there are … scandals within the hierarchy itself, it is useful to note that the church is thriving at its roots in the lives of the poor.”
There is, of course, no excusing crimes and the lack of care for the littles ones (Pope Francis).
Lord Jesus, we come to you to feed on your flesh and blood. And since you enshrine yourself in the poor, who practice the true worship (SV.EN XI:190), we go to them, too, especially in these hard times of crisis.
26 August 2018
21st Sunday in O.T. (B)
Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b; Eph 5, 21-32; Jn 6, 60-69
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Duro tiempo de crisis y decisión de fe
Jesús tiene palabras de vida eterna. Los verdaderos discípulos las escuchan y las hacen, aun resultándoles esto bien duro y penoso.
Es contagiosa la incredulidad de los de Judea, quienes murmuran contra un galileo de Nazaret y, luego, disputan entre sí. Pues, pronto comentan muchos discipulos que es duro e inaceptable lo que Jesús acaba de enseñar. No pueden entender su dicho de que su carne es verdadera comida y su sangre, verdadera bebida. Les es causa de tropiezo que él se presente como el pan de vida bajado del cielo.
Pero no calma Jesús a los escandalizados. Advierte, más bien, que les causará mayor escándalo, pues subirá al cielo, del que él bajó. Verán más claramente la falsedad del dilema: «O Dios o el hombre ». Bien se les manifestará entonces, de modo a la vez duro y asombroso, tremendo y fascinante, que él es Dios-Hombre.
Indudablemente, nos resulta duro creer que en Jesús Dios es hombre y el hombre es Dios. Parece que le cuesta incluso a Juan expresar esa verdad. Según el evangelista, dice Jesús que la carne no sirve para nada. Pero también afirma el mismo Jesús que su carne es verdadera comida.
Juan, además, relaciona el mundo con el pecado. Por eso, aunque los de Jesús están en el mundo, no son del mundo. Con todo, tanto ama Dios al mundo que entrega a su Unigénito. No quiere juzgar al mundo, sino salvarlo por su Hijo.
Entonces, ¿en qué quedamos? Y se nos da a conocer inequívocamente que hay que ceer sencillamente, por muy duro que nos resulte esto.
Un reto duro nos presenta «Dios-con-nosotros».
Jesús nos enseña cómo se mantienen en equilibrio los polos aparentemente opuestos de nuestra existencia. Su vida es una demostración de cómo se vive el misterio, suyo y nuestro.
Seguramente, exige de nosotros que nos decidamos. ¿Lo abandonamos, para volver a nuestro modo acostumbrado y cómodo de vivir? O, ¿seguimos con él, no obstante su duro modo de hablar? ¿Hay alguien realmente al que podemos acudir?
Y en este duro tiempo de escándalos, —causados por nosotros mismos, no por Jesús—, es de mucha ayuda recordar que Dios sigue obrando en la historia humana, «enderezando caminos torcidos e igualando sendas escabrosas. Y por último, prevalece el amor de Dios, lo que es una verdad que se revela en la persona y la vida de Jesús» (Robert P. Maloney). Dice Maloney en otro escrito: «A veces cuando hay … escándalos en la jerarquía misma, nos es útil notar que la iglesia echa raíces profundas y florece en la vida de los pobres».
No hay manera, desde luego, de excusar los crímenes ni la falta de cuidado para los pequeños (Papa Francisco).
Señor Jesús, acudimos a ti para alimentarnos de tu carne y sangre. Te encierras en los pobres, quienes practican la verdadera religión (SV.ES XI:120). Por eso, acudimos a ellos también, especialmente en este duro tiempo de crisis.
26 Agosto 2018
21º Domingo de T.O. (B)
Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b; Ef 5, 21-32; Jn 6, 60-69