Twenty-First Sunday in Ordinary Time, Year B-2015

From VincentWiki
Be subordinate to one another out of reverence for Christ (Eph 5, 21)

Jesus’ flesh is true food and his blood, true drink. His words lead to eternal life.

By declaring himself the heavenly bread, Jesus triggers a controversy that keeps spreading. Scandalized now are some disciples. The Master indicates to them that they have not seen anything yet.

Those who are scandalized ask, “Who can hear it?” They thus give themselves away as lacking the essential disposition of disciples. Genuine disciples believe, first of all, in their Teacher and dedicate themselves to listening to him. Those who turn back at the first sign of trouble show they really do not belong to him.

To belong to Jesus is a matter of pure divine initiative: He is the one to set before us the choices; “It was not you who chose me, but I who chose you”; “No one can come to me unless it is granted him by my Father.” It is the Spirit that gives life, although the flesh must not be dismissed, since the Son of God has taken it to make possible our assimilation to the divine.

St. Vincent de Paul recognized the absolute indispensability of grace, yet without dismissing human contribution. A prayer of his says: “We are weak, Oh God, and capable of giving in at the first assault. You have called us by pure mercy; may your infinite goodness be pleased to preserve us. For our part, with your holy grace, we will do all in our power to give you all the service and all the faithfulness that you expect of us. …” (SV.FR IX:360).

And what is expected, in the first place, of those who are chosen is that they be unrelenting in hearing the Word of God in view of observing it. Intimacy with Jesus as a family member is granted only to those who listen to the Word and observe it.

Very close and assimilated to their Master, since they live by the Word of God and are fed with his flesh and blood, the true disciples learn to be the first ones to be subordinate to others and to place themselves at their service. The Lord also helps them endure hardships and gives them a well-trained tongue, so they may know how to speak encouraging words to the weary.

They likewise learn to give themselves as food and drink for the life of the world. Thus, they scandalize even more those who see everything from the point of view of their profit (cf Laudato Si’ 82, 109) and do not understand that it is by losing that one gains.

Lord Jesus, make us understand that it is by dying that we are born to eternal life.


VERSIÓN ESPAÑOLA

21º Domingo de Tiempo Ordinario B-2015

Sed sumisos unos a otros por reverencia a Cristo (Ef 5, 21)

La carne de Jesús es verdadera comida y su sangre, verdadera bebida. Sus palabras llevan a la vida eterna.

Por declarse el pan celestial, Jesús provoca controversia que va propagándose. Quienes se escandalizan ahora son unos discípulos. Les da a entender el Maestro que aún les queda por ver un escándalo mayor.

Los escandalizados preguntan: «¿Quién puede eschucharlo?», lo que descubre que les falta la disposición esencial de los discípulos. Los discípulos auténticos creen, primero que nada, en su Maestro y se mantienen asiduos en escucharlo. Quienes se echan atrás a la primera señal de dificultad demuestran que en realidad no son de Jesús.

Pertenecer a Jesús es cuestión de pura iniciativa divina: Él es quien nos pone delante las opciones; «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido»; «Nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». El Espíritu es quien da vida, si bien queda claro que no hay que desechar la carne, pues la ha asumido el Hijo de Dios para hacer posible nuestra asimilación a la divinidad.

San Vicente de Paúl reconoció la imprescindibilidad absoluta de la gracia, pero sin descartar la aportación humana. Dice una oración suya: «Somos débiles, Dios mío, y capaces de sucumbir al primer asalto. Nos has llamado por pura misericordia; que nos conserve tu infinita bondad, si así lo quieres; por nuestra parte, mediante tu santa gracia, contribuiremos con todo nuestro esfuerzo a rendirte todos los servicios y toda la fidelidad que esperas de nosotros. …» (SV:ES IX:332-333).

Y lo que se espera, en primer lugar, de los elegidos es que ellos no cejen en eschuchar la Palabra de Dios con motivo de cumplirla. Solo a los que escuchan la Palabra y la cumplen se les concede la intimidad con Jesús como miembro de familia.

Muy cercanos y asimilados al Maestro, ya que viven de la Palabra de Dios y se alimentan de su carne y su sangre, los verdaderos discípulos aprenden a ser los primeros en someterse a los demás y ponerse al servicio de ellos. El Señor les ayuda también a soportar dificultades y les da una lengua de iniciado, para que sepan decir palabras de aliento a los abatidos.

Aprenden asimismo a darse como comida y bebida para la vida del mundo. Así escandalizan aún más a cuantos ven todo desde el punto de vista de su ganancia (cf Laudato Si’ 82, 109) y no comprenden que es perdiendo que se gana.

Señor Jesús, haznos comprender que es muriendo que se resucita a la vida eterna.