Thirty-Third Sunday in Ordinary Time, Year C-2013
- Rejoicing that they had been found worthy to suffer dishonor (Acts 5, 41)
The vision of what is to come upon us relative to the end is alarming. But we are urged not to be frightened. Let it lead to our giving testimony.
Jesus warns beforehand about the signs of the end so we may not be deceived. He wants us to be ready for the worst without losing sight of the best that may arise. He is not among the opportunists who play on our fears to promote their own good, their advancement.
Jesus is nothing like those locked up in their own interests; he looks out for others’ interests. He goes about doing good: he heals the sick and brings the good news to the poor. He procures our salvation at the cost of his own life even. He is exalted by putting the exaltation of others ahead of his own.
Jesus’ disinterested love inspires hope in those excluded by society and forgotten by the religious institution. They trust him. They are so encouraged by his example and his words that they dare follow him on the painful and countercultural path. They guard against all greed and care about others in need (like those devastated by Haiyan to whom this mega-typhoon seemed perhaps to be a sign of the end). They no longer let themselves be distracted by any fleeting structure of power or magnificence. There is, among them, no more tyranny that characterizes pagan sovereigns; service replaces it. They find no pleasure in either taking advantage of others’ generosity, or doing nothing and minding others’ business.
The disciples, established in Christ’s love, are not afraid either of trials and tribulations. The more they remain in Jesus, the more they experience that they have the strength for everything in him who empowers them, that their weakness means strength and that they receive from him irrefutable words and wisdom. They have it as certain that everything works for good for those who love God, so that what is fatal to the proud and evil doers becomes enlightening and healing to them. Hence, they take times of privations, constraints, beatings and imprisonments to be favorable. Their endurance proves them true followers and witnesses of Jesus.
Yes, the disciples, poor and long-suffering, are securing their lives by their perseverance and patience. They give witness to the true religion. For, as St. Vincent de Paul says, “It is among them … that living faith is preserved; they believe simply, without delving into things; they submit to orders, are patient in their extreme misery that they have to suffer as long as it pleases God, some because of wars, others because of working all day long in the intense heat of the sun … ” (Coste XI, 201).
And they are a Eucharistic people, grateful that they always are and courageously willing to give everything for the good of others, imitating their Master.
VERSIÓN ESPAÑOLA
33º Domingo de Tiempo Ordinario C-2013
- Contentos de haber merecido ultraje (Hch 5, 41)
Es alarmante la visión de lo que se nos viene encima relativo al fin. Pero se nos exhorta a no tener pánico. Que sea ocasión de dar testimonio.
Advierte Jesús de antemano de las señales del fin para que nadie nos engañe. Quiere que nos preparemos para lo peor sin perder de vista lo mejor que surja. No es de los aprovechados que juegan con nuestros temores para promover su propio bien, su ascenso.
Jesús no es nada como aquellos que se encierran en sus intereses; busca los intereses de los demás. Va haciendo el bien: sana a los enfermos; anuncia la buena noticia a los pobres. Procura nuestra salvación a costa hasta de su propia vida. Se exalta por anteponer la exaltación de los demás a la suya.
El amor desinteresado de Jesús infunde esperanza a los excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Confían en él. Quedan tan alentados por su ejemplo y sus palabras que se atreven a seguirle en el camino doloroso y contracultural. Se guardan de toda codicia y se preocupan por otros necesitados (como los devastados por Haiyan, a quienes este megatifón quizás les parecía una señal del fin). No se dejan distraer ya por ninguna estructura caduca de poder y magnificencia. Nada ya de la tiranía distintiva de los soberanos paganos; la reemplaza el servicio. Ni se deleitan aprovechándose de la generosidad de otros, haciendo nada y entrometiéndose en lo ajeno.
Tampoco temen los discipulos, establecidos en el amor de Cristo, las pruebas y las tribulaciones. Tanto más permanecen en Jesús, cuanto más experimentan que todo pueden en el que les fortalece, que su debilidad significa fuerza y que reciben de él palabras y sabiduría irrefutables. Tienen por cierto que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien, de modo que les resulta iluminador y sanador lo que es fatal a los arrogantes y malvados. Así que toman por favorables los tiempos de privaciones, angustias, flagelaciones y prisiones, por su constancia en las cuales se acreditan como verdaderos seguidores y testigos de Jesús.
Por su perseverancia y pacienca, sí, se van salvando los discípulos pobres y sufridos. Dan testimonio de la verdadera religión. Pues, como dice san Vicente de Paúl: «Es entre ellos … donde se conserva … la fe viva; creen sencillamente, sin hurgar; sumisión a las órdenes, paciencia en las miserias que hay que sufrir mientras Dios quiera, unos por las guerras, otros por trabajar todo el día bajo el ardor del sol … » (XI, 120).
Y son gente eucarística, siempre agradecidos que están y dispuestos con coraje a dar todo por el bien de los demas, imitando a su Señor.