Thirtieth Sunday in Ordinary Time, Year C-2022

From VincentWiki
Just Servants of the Holy Lord

Jesus is the image of the all-just God who alone is good. Before him and before God, no one is just.

Last Sunday’s theme on prayer is back today. For Jesus tells the parable of the Pharisee and the publican. The two are in the temple to pray. And St. Luke lets us know from the start why Jesus tells the parable. He means it for those who are sure that they are just and look down on others.

So then, the parable warns against the pride of those who believe they are more just than others. How they pray is not what Jesus endorses. Jesus does not endorse the way they pray. One should pray as the lowly who say and feel bad that they are sinners.

Yes, Jesus’ comment on his parable is that the publican goes home right with God, but the Pharisee does not. Maybe we get a broad-brush sketch of the latter. But then it is no more than a story that uses a caricature to drive its point.

And the point is that God scowls at the proud, but smiles at the lowly and calls him just. Hence, to pray means to admit need. Yes, the prayer of the lowly in need pierces the clouds; the Lord saves those who pray so from all threats. One more point is that is that just in our own eyes or in others’ eyes is not the same as just in God’s eyes.

Are we just in God’s eyes?

People, no doubt, admire the Pharisees. In the eyes of most folks, the Pharisees are just since they keep the law of Moses to a T. They are also true to the traditions that have grown around it.

Publican, in contrast, means sinner. He collects taxes for Rome. It is bad enough to pay taxes to the Romans. But it is far worse to be a lackey of the invaders. Besides, publicans are known to extort and exploit. So, the good folks hate and shun them.

The Pharisees and the publicans, though, are not only of the past, but of all ages. There are always those who stand out in the practice of their religion. And, of course, they are not few, those who do not care about their religion and what it teaches.

But we become the Pharisee of the story when we let our being practicing Christians go to our heads. When we think we are more just than others or our group is better than other groups. And when we claim that we have the right to judge our neighbor, and thus deny that there is only one lawgiver and judge.

But we shall be the publican of the story if we really confess that we have sinned much. If we mean what we say as we admit that we are the worst sinners. If, truly lowly, we spurn comparison (TWVDP 59) and do not judge. And if we do not do as those who shame the poor, and hence do not discern the body of Christ. Also, if we see the Eucharist not as a prize for the perfect, but as a medicine for the weak (EG 47).

Lord Jesus, have mercy on us, for we are not just but sinners, weak and in need of God’s grace (SV.EN IX:284).


23 October 2022

30th Sunday in O.T. (C)

Sir 35, 12-14. 16-18; 2 Tim 4, 6-8. 16-18; Lk 18, 9-14


VERSIÓN ESPAÑOLA

Justos siervos del Señor Santo

Jesús es imagen del todo justo Dios, el solo que es bueno. Ante él y ante Dios, los hombres no somos justos.

Aparece de nuevo hoy el tema de la oración del domingo pasado. Pues cuenta Jesús la parábola del fariseo y el publicano. Los dos están en el templo para orar. Y se nos dice desde el comienzo por qué cuenta Jesús la parábola. Se dirige él a los que se tienen por justos y desprecian a los demás.

La parábola critica, pues, la soberbia de los que se creen más justos que los demás. No recomienda Jesús la forma de orar de ellos. Hay que orar, más bien, al igual que los humildes que con pena se dicen pecadores.

Sí, comenta Jesús a su parábola que el publicano vuelve a su casa justificado, y el fariseo no. Éste se nos pinta quizá a grandes rasgos. Pero es un cuento no más que se sirve de la caricatura para que quede claro lo que se enseña.

Y se enseña que Dios les mira con el ceño fruncido a los soberbios, y les sonríe a los humildes y los llama justos. Orar, por lo tanto, quiere decir tenerse con necesidad. Los gritos de los humildes y pobres atraviesan, sí, las nubes; Dios libra de todo mal a los que así le gritan. También se deja claro que ser justos nosotros a los propios ojos, o a los ojos de la gente, es una cosa. Y otra cosa es ser justos a los ojos de Dios.

¿Justos somos a los ojos de Dios?

No cabe duda de que la gente les tiene respeto a los fariseos. Se les toma a ellos por justos debido a su observancia estricta de la ley de Moisés. También son fieles a las tradiciones que se han desarrollado en torno a la ley.

En cambio, publican quiere decir pecador. Es que él cobra impuestos para Roma. Ya es bastante malo pagar los impuestos a los romanos. Pero es peor aún que un judío sea un lacayo de los odiosos invasores. Y los publicanos tienen fama de extorsionadores y explotadores. Con razón, la gente los odia y los evita.

Pero fariseos y publicanos no son del pasado solo; son de todos los tiempos. No faltan fariseos hoy día, que siempre hay los que sobresalen en la práctica de su religión. Y, por supuesto, no son pocos los que ignoran su religión y no viven de acuerdo con lo que enseña ella.

Y los cristianos nos convertimos en el fariseo del cuento al dejar que se nos suba a la cabeza nuestra práctica de la religión. Al creer que somos más justos que los demás o que nuestro grupo es mejor que todos los grupos. Y al arrogarnos el derecho de juzgar al prójimo, y así negar que solo hay un legislador y juez.

Pero seremos el publicano del cuento si confesamos de verdad que hemos pecado mucho. Si lo que decimos va en serio mientras nos admitimos los peores pecadores. Si humildes, evitamos las comparaciones y no juzgamos. Y si no hacemos lo mismo que los que avergüenzan a los pobres, y no disciernen el cuerpo de Cristo, por lo tanto. También si captamos que la Eucaristía no es un premio para los perfectos, sino un remedio para los débiles (GS 47).

Señor Jesús, ten compasión de nosotros, que no somos justos, sino pecadores, débiles y con necesidad de la gracia de Dios (SV.ES IX:332).


23 Octubre 2022

30º Domingo de T.O. (C)

Eclo 35, 12-14. 16-18; 2 Tim 4, 6-8. 16-18; Lc 18, 9-14