Third Sunday of Lent, Year A-2017
- Thirst and hunger for God, justice and love
Meeting his thirst and hunger, Jesus gives us a model to follow, so that we may truly have our fill of water and food.
Like us humans, Jesus gets tired and experiences thirst and hunger. So, he sits down there at Jacob’s well in Sychar during the hottest part of the day. He awaits the return of those buying food. And when a Samaritan woman comes to draw water, the Jew does not hesitate to ask for a drink.
The request surprises the Samaritan. That is because she looks at Jesus with the bad blood between Jews and Samaritans in mind. She cannot escape the usual point of view.
Jesus, in contrast, breaks the mold. He brings in something new, setting aside, so to speak, “the complacent attitude that says: ‘We have always done it this way’” (EG 33).
The thirsty reveals he is the giver of living water. He then gets her to recognize her own thirst. The now thirsty woman admits also that water from the well is not enough to quench thirst. Accordingly, the would-be giver turns into a requester. She asks, “Sir, give me this water, so that I may not be thirsty again ….”
Unquenchable thirst
And Jesus uses the request as an opportunity to show, using an example, the indispensability of living and crystal-clear water. Human thirst will remain unquenchable unless we forego drinking water from Jacob’s well. Jacob and his children were not the only ones who drank from the well. Their flocks did, too. Would the stagnant water from the well not be dirty? The Samaritan woman, drinking dirty water, goes dissatisfied from one husband to another.
But the Samaritan woman not only gets to face her own unquenchable thirst. She manages to see, moreover, that she is in the presence of a prophet. And she expects him to make a clear utterance. Does true worship belong to the Samaritans or to the Jews?
So, Jesus makes it clear that the place of worship will no longer matter very much. That is because the hour has come “when true worshipers will worship the Father in Spirit and truth.” This is the worship of those imitating Jesus. In them, the water Jesus gives becomes a spring of water welling up to eternal life.
Our Teacher meets his thirst by giving drink to the thirsty. He assures them also that God is with them. That is because, ultimately, all human thirst points to thirst for God and for love. And there is no love that does not come with justice (SV.EN II:68).
And Jesus’ food is to do the will of God and to finish his mission. And the Missionary finishes it as, thirsting, he hands over the spirit for sinners.
My soul does thirst for you, the God of my life.
19 March 2017
3rd Sunday of Lent (A)
Ex 17, 3-7; Rom 5, 1-2. 5-8; Jn 4, 5-42
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Sed y hambre de Dios, la justicia y el amor
Remediando su sed y su hambre, Jesús nos da ejemplo, para que hagamos lo que él y nos saciemos realmente.
Como cualquier hombre, Jesús siente cansancio, hambre y sed. Así pues, descansa él sentado junto al pozo de Jacob en Sicar, llegada la hora de más calor. Allí espera a los que se han ido a comprar comida. Y al venir a sacar agua una samaritana, el judío le pide de beber sin titubeo.
La petición sorprende a la samaritana. Es que ésta mira a Jesús desde la animosidad entre los judíos y los samaritanos. Está atrapada la samaritana en el modo acostumbrado de pensar.
Jesús, en cambio, rompe esquemas. Introduce él algo nuevo, abandonando, por así decir, «el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”» (EG 33).
El sediento se revela como el dador del agua viva. A continuación, lleva a la samaritana a reconocer su propia sed. La sedienta admite además que el agua del pozo no basta para saciar la sed. Por consiguiente, la supuesta dadora se convierte en solicitadora. Pide ahora: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed … ».
Sed insaciable
Y aprovecha Jesús la solicitud para demostrar, con un ejemplo, la imprescindibilidad del agua viva y cristalina. La sed humana permanecerá insaciable no sea que dejemos de beber el agua del pozo de Jacob. Del pozo bebieron no solo Jacob y sus hijos sino también sus ganados. ¿No estaría contaminada el agua estancada de ese pozo? La mujer samaritana, bebiendo agua contaminada, pasa sin saciarse, de un marido a otro.
Pero no solo se enfrenta la samaritana con su insaciabilidad. Resulta que ve ella además que está en la presencia de un profeta. Y de él espera un pronunciamiento claro. ¿Es de los samaritanos el culto verdadero o es de los judíos?
Aclara, pues, Jesús que ya no importará tanto el lugar del culto. Es que ya llega la hora «en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad». Ese culto es propio de los que imitan a Jesús. En ellos, se convierte el agua que da Jesús en un manantial de agua que salta hasta la vida eterna.
Nuestro Maestro responde a su sed, dando de beber a los sedientos. Les asegura también que Dios está con ellos. Es que, por último, toda sed humana apunta a la sed de Dios y de amor. Y no puede haber amor si no va acompañado de justicia (SV.ES II:48).
Y la comida de Jesús es hacer la voluntad de Dios y llevar a término su misión. La cumple el Misionero, entregando sediento el espíritu por los pecadores.
Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo.
19 Marzo 2017
Domingo 3º de Cuaresma (A)
Ex 17, 3-7; Rom 5, 1-2. 5-8; Jn 4, 5-42