The Most Holy Body and Blood of Christ, Year C-2019
- Memory of Jesus Christ’s Inventive Love
Jesus gave himself up for us. Because we break the bread and bless the cup, we keep alive the memory of his love to the end.
The memory of Jesus surely comforted St. Vincent de Paul. That was why he was able to comfort others. He comforted, for instance, a dying Brother (SV.EN XI:129-133).
First, St. Vincent tells the Brother that the first Missionary wants him to be in the mission of heaven. Then, he refreshes the memory of the dying on Jesus saying, “Where I am, there also will my servant be.” He says, moreover that there is consolation in being among the first to go on such mission. And there, “all the exercises are to love God.”
And this is a matter of grace, says St. Vincent. For the memory alone of human sins, cowardice and unfaithfulness, tells us that no missionary deserves it. So, never mind that the work of the missions here below is as nothing compared with the reward there on high.
It is all due, then, to Jesus’ mercy and goodness that are infinitely greater than human unworthiness and sinfulness. And the memory of such mercy and goodness should not only lead to repentance. It should also bolster one’s trust in Jesus. For he is forgiving, yes, and ready to tell the dying who stands by him, “Today you will be with me in Paradise.” His forgiveness and love entice one to a more ardent love. It should make every dying missionary say regretfully, “O Beauty ever ancient … late have I loved you!”
Keeping alive the memory of Jesus’ unbelievable love.
As St. Vincent and many others see it, Jesus’ love is unbelievable. For one thing, he showed the breadth, length, height and depth of his love by breaking “all the laws of nature.” For though divine, he made himself like us, clothing himself with our very humanity. That was because he badly wanted to win our hearts and souls, our love.
Furthermore, Jesus’ love is hard to believe because of its being inventive to infinity. And, according to St. Vincent, this inventiveness gave rise to the Eucharist. His absence, then, should not cause “forgetfulness or cooling off in our hearts.” For the Eucharist, a celebration in Jesus’ memory, makes him “truly and substantially present as he is in heaven above.” In the Eucharist, too, we eat his flesh and drink his blood. And because this is so shocking to many, there is, then, this warning, “Unless you eat the flesh of the Son of Man and drink his blood, you have no life within you.”
Lord Jesus, we bring out bread and wine in memory of you. Make us remember you as the embodiment of the Good News to the poor, the Good News of God’s kingdom. Enable us also to give food to those who need it and to comfort the afflicted.
23 June 2019
Most Holy Body and Blood of Christ (C)
Gen 14, 18-20; 1 Cor 11, 23-26; Lk 9, 11b-17
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Memoria del amor inventivo de Jesucristo
Jesús se entregó por nosotros. Partiendo el pan y bendiciendo el cáliz, mantenemos viva la memoria de su amor hasta el extremo.'
La memoria de Jesús confortaba seguramente a san Vicente de Paúl. Por eso, podía confortar a los demás. Confortó, por ejemplo, a un Hermano moribundo (SV.ES XI:63-67).
Primero, dice san Vicente al Hermano que el primer Misionero quiere llevarle a la misión del cielo. Luego, le refresca la memoria sobre lo dicho por Jesús: «Donde esté yo, allí también estará mi servidor». Dice además que es un consuelo ser elegido para ir de misión, a esa misión «en donde todos los ejercicios consisten en amar a Dios».
Y dice san Vicente que esto es cuestión de gracia. Pues la sola memoria de innumerables pecados, desidias e infidelidades da a conocer que ningún misionero es digno de ello. Así que no es necesario mencionar que el trabajo de las misiones aquí abajo no se pueden comparar con la recompensa allí arriba.
Todo se debe, entonces, a la misericordia y bondad de Jesús que es infinitamente mayor que las indignidades y malicias humanas. Y la memoria de tal misericordia y bondad no solo lleva al arrepentimiento. Es motivo también para que uno confíe más en Jesús. Pues él es indulgente, sí, y está listo para decirle al moribundo que ha permanecido con él: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Su perdón y su amor sirven de aliciente para que uno arda aún más de amor. Por eso, con cierto lamento dirá cada misionero moribundo: «Oh Hermosura tan antigua … tarde te amé».
Mantener viva la memoria del amor increíble de Jesús
A los ojos de san Vicente y de muchos otros, es increíble el amor de Jesús. En primer lugar, rompiendo «todas las leyes de la naturaleza», demostró la anchura, largura, altura y profundidad de su amor. Pues aunque divino, se hizo semejante a nosotros, revistiéndose de nuestra humanidad. Asi fue porque deseaba enormemente conquistar nuestras almas y nuestros corazones, nuestro amor.
El amor de Jesús es difícil de creer además por ser infinitamente inventivo. Y según san Vicente, de ese carácter inventivo brotó la Eucaristía. La ausencia de Jesús, pues, no debe ocasionar ningún «olvido o enfriamiento en nuestros corazones» ya que en la Eucaristía, una celebración en memoria suya, «él se encuentra real y substancialmente como está en el cielo». Y como esto les resulta escandaloso a muchos de nosostros, se nos advierte entonces: «Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.».
Señor Jesús, haz que los que sacamos pan y vino en memoria tuya te recordemos como la encarnación de la Buena Noticia para los pobres, la Buena Nueva del reino de Dios. Concédenos la capacidad de darles de comer a los hambrientos y de confortar a los afligidos.
23 Junio 2019
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (C)
Gén 14, 18-20; 1 Cor 11, 23-26; Lc 9, 11b-17