Second Sunday in Ordinary Time, Year C-2013
- Whoever is in Christ is a new creation (2 Cor. 5:17)
In starting his account with “In the beginning,” John harks back to the book of Genesis. Obviously, he speaks of the pre-existence of the Word that became flesh, and not about the creation of the heavens and the earth. But the Incarnation, as the evangelist soon makes known, gives rise to the new creation.
So then, the wedding at Cana, a new beginning for spouses, points to the inauguration of the heavenly kingdom to which the poor, like the solicitous and trusting mother of Jesus and his disciples, are invited. The water for ceremonial washings is turned into wine—never tasted until now—of the Spirit who distributes gifts for the common good. As the headwaiter’s statement suggests, discarded is the customary way in favor of the new. Moses yields to Jesus Christ.
Jesus, “the only Son, God, who is in the bosom of the Father, makes him known.” Unless I misunderstand it, I think an Epiphany hymn in Spanish to be correct when it says, “The more he is revealed to us, the more profoundly he is hidden.” I take from it that the more I have my life “hidden in Jesus Christ and full of Jesus Christ,” to quote St. Vincent de Paul [1], the more I will reflect Jesus Christ and his new creation.
Demanded of me, therefore, is that in the first place, like holy Mary and the disciples, I cultivate intimacy with Jesus. Such intimacy, in turn, supposes that I lead a life around the Gospel, being always nourished by the words of Jesus and seeing to it that I always “follow the teaching of Christ …” [2]. I cannot do without partaking of the mysteries of Jesus’ word and Eucharist fully, consciously and actively. And my participation will be more profitable, of course, if the preaching, instead of expressing only the personal concerns of someone looking out for his own interests, helps me return to the source, the beginning, that is Jesus, so as to know him better.
To know Jesus is to know him who loves God wholly and his neighbor also as himself. The intimate followers of Jesus, therefore, cannot but give themselves to God completely and trustingly and be committed at the same time to seeking the good of all and to exerting efforts for a more human world.
The preferential option of the intimate disciples of Jesus is the same as his: for the poor, the excluded, the spurned, the sinful. Together with him, they will not be quiet until the forsaken and the desolate are turned into the new creation, the Lord’s delight, the espoused—Jesus’ plan from the beginning.
NOTES:
- [1] P. Coste I, 295.
- [2] Cf. the Common Rules of the Congregation of the Mission II, 1.
VERSIÓN ESPAÑOLA
Domingo 2o de Tiempo Ordinario, C-2013
- El que vive con Cristo es una creatura nueva (2 Cor 5, 17)
Al empezar su relato con «En el principio», san Juan se remonta al libro de Génesis. Obviamente, habla de la preexistencia de la Palabra que se hizo carne, y no de la creación de los cielos y la tierra. Pero la Encarnación, como luego indica el evangelista, da paso a la nueva creación.
Así pues, la boda en Caná, un nuevo comienzo para cónyuges, apunta a la inauguración del reino celestial, al cual están invitados los pobres, como la madre solícita y confiada de Jesús y los discípulos. El agua para las purificaciones se cambia en vino—sin probar hasta ahora—del Espíritu que reparte dones para el bien común. Como da a entender la declaración del mayordomo, se descarta la manera acostumbrada en favor de la nueva. Moisés cede el puesto a Jesucristo.
Jesús, «el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer». Tiene razón, entonces, Ayer, en leve centella—si mal no lo entiendo—que dice: «más se nos manifiesta cuanto más hondo se esconde». Saco de este himno que tanto más tenga yo la vida «oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo», por citar a san Vicente de Paul (I, 320), cuanto más reflejaré a Jesucristo y su nueva creación.
Se me exige, pues, que en primer lugar cultive, a imitación de santa María y los discípulos, intimidad con Jesús. Ésta supone a su vez que llevo una vida en torno al Evangelio, nutriéndome siempre de las palabras de Jesús y procurando «obrar siempre según las máximas de Jesucristo …» (RC II, 1). Me es imprescindible tomar parte en el sacramento de la palabra y del cuerpo de Cristo plena, consciente y activamente. Y será más provechosa mi participación, por supuesto, si la predicación, en lugar de expresar sólo las preocupaciones personales de alguien encerrado en sus intereses, me ayuda a volver a la fuente, al principio, que es Jesús, para conocerlo mejor.
Conocer a Jesús es conocer al que ama a Dios totalmente y también a su prójimo como a sí mismo. El discípulo íntimo de Jesús, por lo tanto, no puede menos que entregarse completa y confiadamente a Dios y a la vez comprometerse a buscar el bien de todos y a esforzarse por un mundo más humano.
La opción preferencial del íntimo de Jesús es la de él: por los pobres, los excluidos, los despreciados, los pecadores. Junto con Jesús, no descansará hasta que los abandonados y los devastados se conviertan en la nueva creación, favorita del Señor, desposada—el proyecto de Jesús desde el principio.