Mary, Mother of God Year 2019

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Blessings through the Most Holy Name of Jesus

As his name so indicates, Jesus is Savior. His salvation is the fulfillment of the blessings that the merciful God showers on us.

Without doubt, it is the Lord who makes the Church grow (Acts 2,47; 1 Cor 3, 7). And those who plant like St. Paul, and water like Apollos, are all part of the blessings that come from above.

That is to say, the Lord raises up co-workers and makes use of them. He avails, for example, of believers who are of one mind and heart and are in fellowship with the needy. For it is through such esteemed believers that he draws more people to the Church (Acts 5, 13b-14).

But are we really the co-workers of the one whose name means Savior? Do we work with him in announcing the Good News to the poor by words and by works? And we truly cooperate with him when we help them in every way and make sure that others help them likewise (SV.EN XII:77). So then, one who bears Jesus’ name, yet has no pity for the poor is a mere caricature of a Christian (SV.EN XII:222).

Christians, yes, are to prove themselves. To show their faithfulness to apostolic teaching, the Eucharist and to prayers though their unity and fellowship with the poor. Jesus trusts and counts on us to be a believable and growing Church.

And surely, there are sighs that the Church has little attraction and many are walking away. But we should also ask, then: Are we part of the problem or of the solution? Do we not need to have a change of heart, mind and behavior? Should we not take the New Year as chance to lead a new life?

Lord Jesus, may our words and deeds bear witness to the blessings of protection, light and peace that come from heaven. Invoke them upon us, for you alone are our High Priest. Born of the Virgin Mary, you share our humanity; make us share your divinity, and free us from self-absorption.


1 January 2019

Holy Mary, Mother of God

Num 6, 22-27; Gal 4, 4-7; Lk 2, 16-21


VERSIÓN ESPAÑOLA

Bendiciones por el Santísimo Nombre de Jesús

Como su nombre lo indica, Jesús es Salvador. Su salvación da plenitud a las bendiciones de las que nos colma el Dios misericordioso.

Sin ninguna duda, es el Señor quien hace crecer a la Iglesia (Hech 2, 47; 1 Cor 3, 7). Y forman parte de las bendiciones que vienen de arriba quienes plantan como san Pablo y quienes riegan como Apolo.

Es decir, el Señor suscita a colaboradores y se sirve de ellos. Se sirve, por ejemplo, de los creyentes de un solo sentir y pensar, solidarios con los pobres. De tales creyentes se hace lenguas la gente, y así crece el número de adherentes al Señor (Hech 5, 13b-14).

Pero, ¿nos contamos nosotros realmente entre los colaboradores del que cuyo nombre significa Salvador? ¿Nos unimos a Jesús en anunciar la Buena Noticia a los pobres de palabra y de obra? Colaboramos de verdad con él cuando les asistimos de todas las maneras y procuramos que les asistan igualmente los demás (SV.ES XI:393). Por tanto, llevar uno el nombre de Jesús y no tener compasión es ser cristiano en pintura (SV.ES XI:561).

Se nos urge, sí, a los cristianos a acreditarnos. A acreditarnos perseverantes en la enseñanza apostólica, la Eucaristía y las oraciones por nuestra unidad y nuestra solidaridad con los pobres. Confia Jesús en nosotros y cuenta con nosotros para que la Iglesia tenga credibilidad y crezca.

Y seguramente se queja de que no solo no resulta atractiva la Iglesia, sino que muchos van alejándose de ella. Entonces, se debe preguntar también: ¿Formamos nosotros parte del problema o parte de la solución? ¿Acaso no habremos que cambiar de pensar y sentir y de actuar? ¿No nos toca tomar el Año Nuevo por oportunidad para llevar una vida nueva?

Señor Jesús, haz que nuestras palabras y nuestras obras den testimonio de las bendiciones celestiales de protección, iluminación y paz. Invócalas tú sobre nosotros, que tú solo eres nuestro Sumo Sacerdote. Nacido de la Virgen María, compartes nuestra humanidad; concédenos compartir tu divinidad, y líbranos de nuestro ensimismamiento.


1 Enero 2019

Santa María, Madre de Dios

Núm 6, 22-27; Gál 4, 4-7; Lc 2, 16-21