Mary, Mother of God, Year 2023

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Hold Dear and Reflect on All These Things

The baby lying in the manger bears the name Jesus and is Mary’s Son. He calls us to hold dear all that we hear and see about him.

The Savior of the world shows he is as though no one and nothing as just a child” (SV.EN VI:170). A baby, yes, like other babies that mothers wrap in bands of cloth, yet lying in a manger. And one can see that those who gaze on him with love cannot but share what they have seen and heard, and spread it to others. For these, in turn, find amazing what they have heard. But Mary does not just listen. She also does hold dear “all these things” and reflects on them in her heart.

And she shines as the model for the whole Church of one who listens best of all, and welcomes and does the Word. This means that the Mother of God is the Mother, too, of the Church. She shows us how to hold dear, and reflect on in our hearts, all we see and hear about Jesus. And to do as she is to have intimate ties with Jesus (Lk 8, 20; 11, 27-28).

This tight oneness, pact, of course, does not have to do with the “circumcision of the flesh” but with “the circumcision of the heart.” For what counts is to listen to God and to do faithfully what he says and teaches. And to be true to God, it is not enough to let go of a piece of our flesh. We have to let go of our whole flesh and blood, as Jesus who dies and thus gives us life (SV.EN I:276). It is only through this way to let go that we can say that the name of Christian fits us.

But it is not easy for us to listen, and much less, to do what we hear and learn. Not rarely, we find hard and cannot bear sayings and teachings. And we do not usually grasp it all at once.

To hold dear and reflect

For all these reasons, yes, it is good not just to listen. We also have to hold dear all that we see and hear about Jesus, and reflect on it in our hearts. Those who do so, show that they are in awe of what God makes known.

And blessings are plenty for them. God’s deeds of wonder wound them, pierce the way they think and act. Hence, the new and amazing that God brings about can get in. They get to know, too, not to do as the apes. And to keep in mind and live in their own way the “joy and confusion, happiness and worry” that are part of Christmas.

Besides, the woman who, in the fulness of time, has given birth to God’s Son, draws them. And they become available as she. She shares the joy of the groom and the bride, for instance, and also Jesus’ suffering and death on the cross. Yes, blessed are those who hold dear “all these things” and reflect on them in their hearts. For God tells and shows them what he wants them to be and do in their own way, yes (SV.EN XII:82).

Lord Jesus, grant that we be like your mother, always ready to listen, and taking time to hold dear God’s words and reflect on them in her heart.


1 January 2023

Holy Mary, Mother of God

Num 6, 22-27; Gal 6, 4-7; Lk 2, 16-21


VERSIÓN ESPAÑOLA

Atesorar y meditar todas estas cosas

El niño acostado en el pesebre se llama Jesús y es Hijo de María. Nos llama él a atesorar todo lo que oímos y vemos acerca de él.

El Salvador del mundo se nos da a conocer como nadie y nada bajo la forma de un niño (SV.ES VI:144). Un niño, sí, envuelto en pañales, cual otros niños, pero acostado en el pesebre. Y, por lo visto, los que lo contemplan, no pueden sino compartir lo que han visto y oído, y contagiar a los demás. Pues éstos, a su vez, se admiran de lo que se les dice. María, en cambio, no solo escucha. También no deja de atesorar «todas estas cosas» y meditarlas en su corazón.

Y resplandece ella como modelo para toda la Iglesia de quien escucha mejor que nadie, acoge y cumple la Palabra. Quiere decir esto que la Madre de Dios es Madre de la Iglesia también. Nos enseña a atesorar todo lo que vemos y oímos acerca de Jesús y a meditarlo en nuestros corazones. Y seguir el ejemplo de ella es tener lazos íntimos con Jesús (Lc 8, 20; 11, 27-28).

Esa estrecha unión, pacto, claro, nada tiene que ver con la «circuncisión de la carne», sino con la «circuncisión del corazón». Pues lo que vale es escuchar a Dios y hacer con fidelidad lo que él nos dice y enseña. Y para ser fieles, no nos basta con despojarnos de un poco de nuestra carne. Nos tenemos que despojar de toda nuestra carne y sangre, cual Jesucristo que nos da vida por su muerte (SV.ES I:320). Solo por tal despojo que se puede decir que nos viene bien el nombre de cristiano.

Pero no nos es fácil escuchar, ni menos, hacer lo que se nos dice y se nos enseña. No rara vez, nos resulta duro y no soportable lo que se nos dice y se nos enseña. Y no podemos captarlo todo en un momento.

Atesorar y meditar

Es por todo eso, sí, que no nos conviene solo escuchar. Hemos de atesorar también todo lo que vemos y oímos acerca de Jesús y meditarlo en nuestros corazones. Los que esto lo hacen reverencian lo que les da a conocer el Dios tremendo.

Y se les colma a ellos de bendiciones. Las proezas de Dios les hieren y penetran en el pensar y actuar. Por lo tanto, se les entra lo nuevo y lo admirable que Dios hace brotar. Logran también no hacer lo que los monos. Y acordarse más bien de «la alegría y la confusión, la dicha y el ansia» de la Navidad cristiana. Y vivirlas de forma personal y concreta.

Los atrae hacia sí misma, por encima de todas las dichas, la mujer de la cual ha nacido el Hijo de Dios, al cumplirse el tiempo. Y se hacen ellos cual ella. Está a disposición de Dios y del prójimo. Comparte ella también la alegría de los cónyuges, por ejemplo, y la pasión y la muerte de Jesús en la cruz. Dichosos, sí, los que no dejan de atesorar «todas estas cosas» y meditarlas en sus corazones. Pues les habla y les da a conocer Dios lo que pide él de ellos en concreto (SV.ES XI:398).

Señor Jesús, haz que seamos cual tu madre, siempre dispuesta a escuchar y atesorar las palabras de Dios y meditarlas en su corazón.


1 Enero 2023

Santa María, Madre de Dios

Núm 6, 22-27; Gál 6, 4-7; Lc 2, 16-21