Homilia del P. T. McKenna
Los que usualmente escriben biografías en ocasiones usan la técnica del “telón de fondo” para transmitir el conocimiento de la persona sobre la escriben. Por ejemplo, un reciente libro sobre el Papa Francisco lo sitúa frente a la personalidad de San Ignacio. La finalidad de esta técnica es lograr una profunda apreciación de quien es Francisco colocándolo frente a la luz de Ignacio. Esa misma técnica es la utilizada por el escritor del evangelio de Mateo cuando pone a Jesús frente a la figura clave del libro de Isaías, El Siervo del Señor.
Con la comparación llegamos a una amplia apreciación de Jesús como el “Amado de Dios”, el favorecido de Yahvé, el sirviente que hace cualquier cosa que su Amo pida sin importar el costo, incluso la muerte. Nosotros también utilizamos a Jesús como “telón de fondo” con los otros, especialmente con los marginados y enfermos.
Como el Siervo, Él es poderoso pero a la vez gentil, No apaga el pabilo vacilante de una vela y no rompe la caña cascada. ¿Cuál es el punto?, este misterioso Siervo del Señor destella luz para nosotros en Jesús de Nazareth.
Hoy, me gustaría colocar a Vicente bajo la luz del mismo Siervo, como Isaías y con el mismo Jesús, Fiel al Padre -- y Sufriente--- Siervo. Es una forma de mostrar algunos rasgos particulares vistos en Vicente, a modo de iluminar en él características que podríamos perder sin el trasfondo que brilla en ella.
Me estoy refiriendo a la consideración e incluso la delicadeza del Siervo que no apagará ese pequeño fuego que queda en la vela. Esto es alguien al servicio de Dios que maneja a las personas y situaciones con gentileza, con sensibilidad a sus miedos y fallas, lo que el Libro del Éxodo llama “compasión del vientre”.
Vicente habla de esto como “mansedumbre” aunque esta palabra en Ingles (Meekness), no trasmite el significado completo. Más adecuado podría expresarse como “amablemente firme”, expresando el balance exacto entre ser amablemente fuerte y fuertemente amable. Este es un rasgo de Vicente visto en Jesús y frecuentemente invita a sus seguidores a ponerlo en práctica.
Pero lo característico de la noción de Vicente sobre la virtud en general, tiene su importancia no sólo en que él piensa que Dios (en Jesús) lo posee, sino porque también eso es un prerrequisito para el servicio de los pobres. Muchas personas que se encuentran en la parte inferior de la escala económica sienten temor de aquellos que le proponen ayuda, especialmente de aquellos con posición y titulo. Para ellos cobijarse en una figura autoritaria, si podemos llamarle así, tienen que sentirse cómodos en su presencia, esta figura tiene que ser de confianza y ellos tienen que sentirse a gusto con su personalidad. En otras palabras, un sirviente que quiera ganarse la confianza del pobre tiene que ser muy cercano, genuinamente acogedor y nada amenazante.
Vicente es esta clase de sirviente. A pesar de que él fue lo que hoy podríamos llamar “un profesional” (ordenado, con títulos, a la cabeza de la organización), y aunque fue capaz de moverse en las más altas esferas del poder, sus contemporáneos notaron que tan fácil era de conocer, sin importar la situación de la persona frente a él.
Esa paciencia y amabilidad no salieron naturalmente de él, Vicente admite que tuvo que trabajar a lo largo de los años en la moderación de lo que sabía que era un temperamento de enojo consigo mismo. Y como avance en cualquier virtud, esto significó tanto aprender de la experiencia como del arduo seguimiento de poner en práctica lo que había aprendido. Mirando hacia atrás en sus días de servicio a los prisioneros, donde él una vez remarcó: “Cada vez que hablé abruptamente a los convictos eché todo a perder, pero cada vez que los elogiaba por su aceptación y les mostraba comprensión; cada vez que simpatizaba con ellos en vez de reprenderlos, cuando besaba sus cadenas y les mostraba lo molesto que estaba cada vez que ellos eran castigados, entonces era cuando ellos me escuchaban e incluso volvían a Dios” (Abelly, p 183). En otro lugar él comparó a aquellas personas que permiten que la ira tome control con “torrentes de agua que son fuertes e impulsivas solo cuando están en plena crecida, pero este torrente se seca y baja inmediatamente después”. Por otro lado estaban los muy suaves quienes eran como “ríos, suaves y gentiles, que fluyen serenamente, pasivamente e infaliblemente.” (Vol. 11, 65).
Aunque algunas veces una palabra errónea, “mansedumbre” transmite una representación de alguien que sería un buen Siervo de Yahvé, especialmente en el pobre.
Una última reflexión acerca de este sirviente. En Isaías y en los evangelios, la razón por la que esos individuos pueden prestar ese servicio compasivo y de entrega desinteresada, es porque ellos saben que son los receptores de su propia compasión. San Pablo se hace eco de esta palabra con su enseñanza “Consolamos a los demás con la consolación con que nosotros mismos somos consolados”. Tanto Isaías el siervo, como el Siervo, Jesús, al escucharse llamados “Hijos Amados de Dios”, y desde lo más profundo de sus sentimientos de su ser amados podían servir de la manera amablemente firme del Padre.
Vicente está cortado de esta misma tela. Él puede entregarse a los demás en esta forma de “manso”, porque está convencido de que el mismo es querido por el Abba Jesús, que también es “El Amado” de Dios.