El Reto de Evangelizar a los Jovenes
Introducción
Querida familia vicenciana; queridos participantes en este encuentro eclesial que se celebra bajo la mirada de la Milagrosa:
En primer lugar, agradezco de corazón la invitación a participar en vuestro encuentro. Para mí es un regalo muy grande regresar a este Santuario de Rue du Bac, transcurridos muchos años desde mi anterior visita… Comparto con vosotros que la espiritualidad vicenciana me resulta muy cercana; ya que durante dos años, antes de ingresar en el seminario, formé parte de las Conferencias de San Vicente de Paúl, en mi ciudad natal de San Sebastián. Más aún, recuerdo haber asistido como representante de las Juventudes Vicencianas de España a un encuentro europeo de jóvenes celebrado en Bélgica. Lo cierto es que en aquel momento yo no era más que un joven de unos 16 años; pero no puedo sino dar gracias a Dios porque en el seno de vuestro carisma empecé a familiarizarme con los pobres y los desheredados de la sociedad, hasta entender que son los predilectos del Señor. Recuerdo de aquellos años en las Conferencias de San Vicente, que el Señor educó mi corazón en dos aspectos importantes: Me enseñó a hacer frente a mis miedos, especialmente al miedo a relacionarme con lo que me era desconocido y extraño; y al mismo tiempo, me ayudó a abrirme a la universalidad de la Iglesia. En efecto, bajo la sombra de San Vicente de Paúl aprendí a sentir a los pobres como parte de mi familia, y al mismo tiempo me asomé a la catolicidad de la Iglesia, algo que, en aquel momento, no era tan fácil de conseguir desde el ámbito parroquial.
Posteriormente, tras aquel primer contacto con el carisma vicenciano, la Providencia me ha llevado a conocer otras muchas experiencias en el seno de la Iglesia…. Cada uno de nosotros va entendiendo que es el Espíritu Santo quien guía y conduce la historia de nuestra vocación. Os comparto también que en la medida que avanza la vida, va creciendo en mí el temor, respeto, comprensión, admiración y devoción, hacia el pasaje evangélico de San Juan: “En verdad, en verdad te digo; cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras (…) Tú, sígueme” (Jn 21, 18-19). Ciertamente, lo mejor de nuestra vida no es lo que nosotros mismos hemos diseñado, sino lo que la voluntad de Dios ha dispuesto; a veces por caminos que resultan tortuosos y empinados.
Pero volvamos al presente. Hace ocho años se me encomendó la responsabilidad del Departamento de Pastoral Juvenil de la Conferencia Episcopal Española, y desde esta experiencia ya concluida, os comparto algunas intuiciones sobre el desafío en la evangelización de los jóvenes. Me encomiendo a la intercesión de la Milagrosa para que Ella me inspire y haga fructuosas las reflexiones que me dispongo a compartir con vosotros:
Naturaleza de la Pastoral Juvenil
Parece oportuno que esta charla se introduzca partiendo de la reflexión sobre el ministerio que la Iglesia nos ha encomendado para evangelizar a los jóvenes. En efecto, antes que nada, es importante responder a la pregunta sobre la naturaleza de la Pastoral Juvenil: ¿Qué es la Pastoral Juvenil? Toda pastoral —pero de una forma muy especial la Pastoral Juvenil— nace de la Misericordia del Corazón de Cristo. El grito de Jesús en la cruz —“tengo sed”— no hace sino visualizar de forma dramática el celo pastoral del Buen Pastor por tantos jóvenes, a quienes el Corazón de Cristo ama con amor de predilección, hasta el punto de sufrir al ver cómo muchos de ellos vagan a ciegas, como ovejas sin pastor.
La Pastoral Juvenil es el encuentro entre el amor infinito de Dios a los jóvenes, y el deseo de los jóvenes de alcanzar una felicidad infinita. Son dos ‘infinitos’ que están llamados a encontrarse: por nuestra parte, se trata solo de un ‘deseo’; pero eso sí, un deseo ‘infinito’ que no se conforma con sucedáneos…; y por parte de Dios, se trata de un amor infinito; que en su caso no es un futurible, sino una realidad ya presente y actuante.
Recuerdo haber sido testigo de cómo un director de orquesta se dirigía con vehemencia a los músicos que dirigía, diciéndoles: “Equivocarse en una nota es un fallo, pero tocar sin pasión es imperdonable”… Traigo a colación esta anécdota, porque el mayor de los enemigos de la Pastoral Juvenil es la aparente apatía en el corazón de los jóvenes; el hecho de que muchos de ellos hayan dejado de ser “pasionales”, que es tanto como decir que, los jóvenes hayan dejado de ser jóvenes.
Por parte de Dios, su ‘pasión’ está asegurada: ¡Dios es pasional!... Recordemos aquella cita de San Bernardo que nuestro querido Papa emérito, Benedicto XVI, incluyó en la encíclica Spe Salvi: “Impassibilis est Deus, sed non incompassibilis” “Dios no puede padecer, pero puede compadecer” (Spe Salvi, nº 39). Es decir, Dios compadece, padece con nosotros, llora con nosotros, ríe con nosotros… ¡Dios es pasional!
Pero, sin embargo, la pasión del corazón joven no está tan ‘asegurada’; hasta el punto de que una de las tareas principales de la Pastoral Juvenil consiste en descubrirla, suscitarla y reavivarla. Por naturaleza, Dios nos ha creado con un deseo infinito de felicidad, que solamente Él puede saciar. (Recordemos la conocida cita de San Agustín: “Nos has hecho Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”). Pero la historia colectiva y personal de pecado que arrastramos todos —también los jóvenes—, puede llegar a adormecer en nuestro corazón la ‘pasión’ por la felicidad infinita con la que fuimos creados.
En resumen, la tarea de la Pastoral Juvenil pasa por ayudar a los jóvenes a ser jóvenes, a ser pasionales; es decir, a que desentierren y desempolven la pasión por una felicidad infinita y eterna. Y en segundo lugar —o mejor dicho, al mismo tiempo—, la Pastoral Juvenil está llamada a mostrar a los jóvenes el Corazón pasional de Cristo. En este sentido, no podemos conformarnos con que los jóvenes crean en Dios, sino que se trata de que lleguen a creer que Dios les ama personalmente, y que tiene un plan personal de felicidad infinita para cada uno de ellos. ¡Ésta, y no otra, es la naturaleza de la Pastoral Juvenil!
Clave familiar y eclesial en la Pastoral Juvenil
No olvidemos que la llamada Pastoral Juvenil es muy joven en la historia de la Iglesia. Por regla general, se suele afirmar que nació con San Juan Bosco, hace unos dos siglos. En efecto, fue él quien desarrolló un trabajo específico con los jóvenes en su acción pastoral… Anteriormente, lo que hoy llamamos Pastoral Infantil, de Adolescencia o Juvenil, se reducía a la Iniciación Cristiana. Cuando un niño o un adolescente recibía los sacramentos de la Iniciación Cristiana, la Iglesia pasaba a relacionarse con él como con un adulto más.
La experiencia acumulada en la historia de la Iglesia es interesante para que no caigamos en la tentación de hacer un “dogma” de la Pastoral Juvenil. De hecho, hoy en día existen carismas en el seno de la Iglesia —como el llamado Camino Neocatecumenal— que carecen de una Pastoral Juvenil específica, de forma que su acción con los adolescentes y jóvenes está englobada en la predicación al conjunto de la familia.
Pero en cualquier caso, al margen de las experiencias particulares de los carismas; en el conjunto de la vida de la Iglesia, hemos avanzado en la comprensión de que el trabajo pastoral con los niños, los adolescentes y los jóvenes, tiene que estar integrado en la Pastoral Familiar. ¡La clave está en la familia! —repetimos con una convicción compartida—. En ella, en la familia, se juega el futuro de la transmisión de la fe.
Así como en décadas anteriores nos enfrentábamos al problema de la ruptura generacional en el seno de la familia (los padres tenían serias dificultades en transmitir la fe a sus hijos), en la actualidad la crisis de la secularización afecta de forma muy similar a las diversas generaciones. Es decir, el reto actual no está en transmitir la fe a los miembros más jóvenes de la familia, sino a la familia misma.
Más aún, por lo general, creo que vamos entendiendo que no es conveniente una oferta pastoral para la adolescencia o para la juventud, parcelada según las edades, en la que los participantes comparten experiencias similares, pero en las que faltan referencias de las etapas posteriores. Los niños necesitan la referencia de los adolescentes; los adolescentes necesitan la referencia de los jóvenes; y los jóvenes necesitan la referencia de los adultos. De lo contrario, acontece que nuestras propuestas pastorales se limitan a incidir, con mayor o menor éxito, en un momento puntual y pasajero de la vida; sin lograr suscitar perspectivas de futuro, y sin conseguir la integración de los jóvenes en el seno de la comunidad eclesial.
Doble clave: Predicación del Kerigma y su encarnación social
En un orden formal, lo lógico sería distinguir un primer momento en el que se presenta la novedad atrayente de Jesucristo —anuncio del ‘kerigma’—, de un segundo momento en el que se imparte la catequesis formativa. Pero lo cierto es que cada vez con mayor frecuencia, la acogida del kerigma tiene lugar a lo largo del desarrollo del proceso catequético, o incluso en el transcurso de las etapas posteriores de la vida del cristiano. Es decir que, por desgracia, existen niños, adolescentes, jóvenes y adultos católicos, que participan de diversas ofertas pastorales de la vida de la Iglesia, que todavía no han acogido el primer anuncio del kerigma (o, por lo menos, no lo han acogido con la debida profundidad).
Una de las claves de la Exhortación Evangelii Gaudium, es precisamente ésta: la centralidad del kerigma. Y por supuesto, esta prioridad se refiere a todas las etapas de la vida. La Pastoral Juvenil no puede ser una excepción. Como decía San Juan Pablo II, quien hizo la llamada a la Nueva Evangelización desde el primer momento de su pontificado: «No puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor; sin que exista un primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad pastoral».
Entre las autocríticas que necesitamos hacernos con respecto a nuestros planteamientos pastorales, está el error de contraponer una supuesta ‘pastoral humanizadora’ a la proclamación explícita del kerigma. La experiencia se ha encargado de demostrarnos que no es posible la humanización sin Jesucristo.
El Papa Francisco ha sido muy incisivo a la hora de subrayar el necesario orden a la hora de presentar el Kerigma, la catequesis y el mensaje moral… No podemos comenzar la labor de la Pastoral Juvenil por el mensaje moral, ni tan siquiera por la catequesis. El inicio es el kerigma. Y con frecuencia cometemos el error de darlo por supuesto.
En un encuentro que mantuve no hace mucho tiempo con el P. Lombardi SJ, hablando de la comunicación del Papa Francisco, me decía que impresionaba comprobar cómo al Papa no le importa reiterar una y otra vez el mensaje del kerigma, aún a riesgo de resultar repetitivo…
Y por otra parte, como se comprueba en la misma Exhortación Evangelii Gaudium, la auténtica proclamación del kerigma tiende a encarnarse en la doctrina social de la Iglesia. Se trata de algo clave en la evangelización de los jóvenes; los cuales son muy sensibles para juzgar la autenticidad del mensaje que se les dirige. La mejor prueba de que el Kerigma es verdadero es que cambia la vida, transformando la historia.
Pues bien, el éxito de las propuestas evangelizadoras dirigidas a los jóvenes, estriba en la integración de estos dos elementos complementarios: el anuncio del kerigma y el compromiso socio-caritativo. Si por un lado existe la tentación del anuncio del kerigma sin la necesaria encarnación social; por otro lado, está la tentación de un compromiso social reducido a un planteamiento horizontal, que pretende ignorar la dimensión transcendente del ser humano. ¡Ambas tentaciones deben de ser superadas! Por desgracia, durante muchos años nuestra pastoral ha sido víctima de la “ley del péndulo”, yendo de un extremo al otro… El momento presente es un momento de madurez en la recepción del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, que permite la integración pastoral de las diversas dimensiones de la evangelización.
Emergencia afectiva: Sanación de las heridas
En el primer Congreso Nacional de Pastoral Juvenil en España, celebrado en Valencia en noviembre de 2012, tuve ocasión de abordar un tema que me parece decisivo en el momento presente para la Pastoral Juvenil. El título de la charla que allí pronuncié fue: “La evangelización de los jóvenes ante la ‘emergencia afectiva’”. Aunque sea de una forma breve, voy a exponer sintéticamente lo que allí expuse. En los países occidentales de una forma especial, en la medida en que la institución familiar se ha debilitado, la cultura resultante genera en los jóvenes —y en los no tan jóvenes— numerosas heridas afectivas. Me atrevería a resumirlas en tres: el narcisismo, el pansexualismo y la desconfianza.
[a] El narcisismo se manifiesta en la dificultad de amar a un ‘tú’ distinto de uno mismo. El narcisista confunde fácilmente el amor con la ‘posesión’ de las personas. El motivo es que el sujeto está encerrado en su propia hipersensibilidad, bajo la percepción errónea de que la vida gira en torno a su yo, hasta el punto de absolutizar sus sentimientos y temores. Ni qué decir tiene que, la sanación del narcisismo es absolutamente necesaria para poder vivir el espíritu evangélico del olvido de uno mismo y la entrega generosa a Dios y al prójimo.
Para la sanación del narcisismo, es clave la predicacción kerigmática del amor de Dios que funda nuestra autoestima. Más aún, la emergencia afectiva que padece esta generación ofrece a la Iglesia una oportunidad única para anunciar que “Dios es amor”, y que Él nos ha creado para la felicidad eterna. Junto a la proclamación de este kerigma, la Iglesia no olvida la importancia de la ascética, indispensable para que el ser humano sea dueño de su propia voluntad.
Y, por último, la participación en la acción caritativa de la Iglesia, puede llegar a ser verdaderamente ‘terapeútica’ para el narcisista necesitado de sanación. Cuando nos encontramos con las auténticas víctimas de esta sociedad, se ofrece una ocasión de oro para que superemos la concepción egocéntrica de la vida.
[b]El pansexualismo se caracteriza por el reduccionismo de la sexualidad a su dimensión animal. La cultura pansexualista es omnipresente, y se caracteriza por promover un auténtico ‘bombardeo’ de erotismo, hasta el punto de provocar adicciones y conductas compulsivas, que debilitan la voluntad de los jóvenes de una manera alarmante. En los últimos años, la difusión de la ideología de género en la cultura occidental, ha pretendido construir un marco teórico en el que los comportamientos inmorales buscan la justificación teórica. Lo cierto es que, el ‘divorcio’ entre el amor, la afectividad, el sexo y la procreación, ha generado una profunda herida en el corazón de los jóvenes, desdibujando la vocación al amor para la que hemos sido creados… La sanación del pansexualismo pasa por desacomplejar a los jóvenes ante la vivencia de la castidad. Es necesario hacer una catequesis bien fundamentada sobre la importancia de esta virtud, que es, ante todo y sobre todo, liberadora.
Así como en otros momentos de la historia, la Iglesia realizó de forma subsidiaria diversas obras sociales (hospitales, universidades, etc) en la medida en que los poderes públicos carecían entonces de la sensibilidad suficiente para abordar aquellas necesidades; en el momento presente una de las labores principales que la Iglesia está llamada a realizar es la educación en el amor humano. Existen diversos programas de educación en la afectividad y la sexualidad, de inspiración cristiana. Es importante que nos acerquemos a conocerlos y los ofrezcamos de forma sistemática en nuestros proyectos educativos y pastorales. Estamos ante una cuestión urgente y vital, sin la cual la pastoral juvenil no llegará a alcanzar el objetivo de la santificación de los jóvenes, ni tan siquiera el objetivo del discernimiento vocacional… Para subrayar la importancia de esta educación, traigo a colación unas palabras del Doctor Enrique Rojas, gran humanista y destacado catedrático en psiquiatría: “A cualquier cosa se le llama amor. Existen muchas palabras relacionadas con él: enamorarse, querer, desear, gustar, buscar, necesitar… Hay muchos matices y la educación es necesaria para saber distinguir entre unas y otras”.
La educación en la sensibilidad hacia la belleza es también un factor a desarrollar. Muchos de nuestros jóvenes viven inmersos en un entorno cultural en el que se hace apología del ‘feísmo”: en los comics, en la pintura, en la música, en los tatuaje, etc. La crisis estética es una muestra del vacío interior. La visión cristiana nos descubre que la auténtica belleza encierra una bondad y verdad que deben ser descubiertas… A la luz de la fe sabemos que la belleza no es ‘apariencia’, sino ‘aparición’.
[c] La desconfianza se presenta como una especie de síndrome, envuelto en una notoria inseguridad en uno mismo, acompañada por la dificultad de confiar en los demás y en el mismo Dios. Se trata de una herida que se ha originado en el corazón de muchos jóvenes como consecuencia de las experiencias negativas que han acumulado por la traición de sus amistades, pareja, rupturas familiares, etc. Todo ello ha generado en no pocos jóvenes la sensación de no pisar suelo firme, así como de un temor hacia el futuro. La consecuencia lógica de esta herida suele ser el aislamiento y la visión desesperanzada de la existencia. La sanación de este síndrome de desconfianza pasa por la experiencia de la comunión en el seno de la Iglesia. Con mucha frecuencia, las experiencias de encuentro en la Pastoral Juvenil son semilla de la amistad cristiana, del noviazgo cristiano y del compromiso social.
Y no olvidemos, la gran lección de abandono y de confianza encerrada en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Se trata de una devoción que toca lo nuclear del Evangelio: la confianza en el amor de Dios, que no falla.
Emergencia educativa: La apuesta por la educación cristiana
Desconozco quién acuñó el término “emergencia educativa”; pero no cabe duda de que Benedicto XVI fue el que lo popularizó, llevando a cabo una valiente denuncia profética ante la actual crisis educativa. En el capítulo anterior he intentado ilustrar cómo las heridas afectivas condicionan fuertemente la capacidad de acogida del mensaje cristiano. Pues bien, otro tanto cabría decir de la crisis educativa. En efecto; la carencia de una educación integral, la baja exigencia educativa, la difusión de falsas ideologías en el sistema educativo…; todo ello, termina convirtiéndose en una dificultad añadida para la tarea de la evangelización. Es importante diagnosticar correctamente el problema, y plantear algunas líneas de actuación. Me limito a ofrecer algunas pistas de reflexión ante un tema tan complejo:
[a]Creemos en la verdad: Frente a la crisis del relativismo - El punto de partida de nuestra propuesta es muy claro: hemos sido creados para la verdad y para el amor. Insisto; no solo para el amor, sino también para la verdad. Es importante señalar esto último, porque con frecuencia es olvidado, e incluso negado. Y sin embargo, la vocación de nuestra inteligencia para alcanzar la verdad, es paralela a la vocación de nuestra voluntad para alcanzar el amor. En realidad, verdad y amor son inseparables; hasta el punto de que separarlas implica ‘falsificarlas’ o incluso ‘destruirlas’… El amor sin la verdad es tan ilusorio, como inhumana es la verdad sin el amor.
Es obvio que la educación no es posible desde el nihilismo. Si la vida no tiene sentido, la educación tampoco lo tiene. Y es que, como decía Séneca: “no hay viento favorable para quien desconoce su destino”. La conclusión es muy clara: La educación necesita de la esperanza, como la natación precisa del agua. Y la esperanza necesita de la verdad y del amor, como el nadador necesita de un aliciente para lanzarse al agua.
Por ello, lo primero que la educación cristiana necesita suscitar es la fe en la verdad; más aún, la ilusión por la verdad. No hay educación si no hay pasión por la verdad, o si todas las opiniones son igualmente verdaderas…
[b] Educación integral - Pero el relativismo no se suele traducir tanto en el rechazo frontal de la educación, cuanto en un reduccionismo educativo, renunciando a una educación integral. El cientifismo se presenta como la única verdad universal, arrinconando a la filosofía, a la ética y a la religión. Lo resultante es una educación parcial y fragmentada. Como justificación de la carencia de una educación integral, se suele alegar la necesidad de una especialización en la educación. Pero el problema de fondo es que la ausencia de fe en la verdad imposibilita la misma educación integral.
Uno de los aspectos fundamentales de la educación integral, estriba en la inclusión de la educación moral y de la educación religiosa. Decían los Clásicos de Grecia y Roma que la auténtica educación no consiste solamente en aprender unas teorías, sino en distinguir qué placeres y qué sacrificios conviene aceptar o rechazar. El Evangelio de Jesucristo va más allá; hasta el punto de mostrarnos que la línea divisoria entre el bien y el mal no pasa por fuera de nosotros, sino que atraviesa nuestro corazón. Es decir, la auténtica educación implica nuestra conversión; y la conversión requiere un sentido último de la vida, que solo Dios puede darnos.
[c] Falsas ideologías y leyendas negras - Pero la emergencia educativa actual no se limita a los postulados relativistas, ni tan siquiera se reduce a la carencia de una educación integral. El problema es mayor: hemos pasado del ‘relativismo’ a la ‘dictadura del relativismo’. En el momento presente estamos ante el riesgo de una contra-educación en ideologías anticristianas, que se presentan enarbolando falsos humanismos. La principal de estas ideologías es la ‘ideología de género’, que se ha difundido en las últimas décadas, hasta el punto de imponerse como normativa en no pocos sistemas educativos.
Una Pastoral Juvenil que responda a la llamada del Buen Pastor, que nos pide dar la vida por los jóvenes, tiene que tener capacidad crítica frente a esta crisis de valores. Para poder acompañar a los jóvenes en estos terrenos tan ‘resbaladizos’, siguiendo el consejo evangélico, necesitamos ser sencillos como palomas y sagaces como serpientes. Es decir, tenemos que ser prudentes en nuestras expresiones, pero, al mismo tiempo, claros en los conceptos. Solo así podremos ayudar a los jóvenes ante una confusión tan grande como la planteada por la ideología de género.
En otro orden de cosas, la evangelización de los jóvenes, también se ve condicionada por la difusión de diversas ‘leyendas negras’ sobre la historia o la vida de la Iglesia. Aunque nosotros podamos sentir cierta ‘pereza’ para responder a objeciones tan manidas y reiteradas como el caso Galileo, la Inquisición, las riquezas del Vaticano, etc, etc.; es importante que hagamos el esfuerzo de ponernos en la situación del joven lleno de dudas, víctima de un cúmulo de noticias sesgadas e incluso falsas que le impiden abrirse a la fe. Acompañar a los jóvenes supone implicarse con sus dudas, para ayudarles en las necesarias respuestas. Una equilibrada apologética es necesaria en la Pastoral Juvenil. A este respecto, se han hecho ya grandes esfuerzos, con muy buenos resultados. Entre ellos, me atrevo a destacar por ejemplo: Catholic Voices, Arguments, New Evangelizers, Encristiano.com…
[d] Catecismo para jóvenes. El fenómeno Youcat - Estamos hablando de la ‘emergencia educativa’, y tenemos que reconocer que esa emergencia también ha existido y existe en el seno de la Pastoral Juvenil, a la hora de presentar el mensaje cristiano a los jóvenes. Con frecuencia, los materiales que se han utilizado en la Pastoral Juvenil se han centrado en las claves pedagógicas, olvidando la importancia de cuidar los contenidos de la transmisión de la fe. Tenemos que reconocer que los contenidos de los materiales de la Pastoral Juvenil han sido claramente insuficientes.
Una de las grandes aportaciones de la JMJ de Madrid, fue su contribución para la extensión y popularización del Youcat, prorrogado por Benedicto XVI, con un mensaje que invitaba a los jóvenes a estudiar en profundidad el Catecismo de la Iglesia Católica: “Algunas personas me dicen que el catecismo no interesa a la juventud de hoy; pero yo no creo en esta afirmación y estoy seguro de que tengo razón. Los jóvenes no son tan superficiales como se les acusa; quieren saber en qué consiste realmente la vida. (…) Por esto os invito: estudiad el catecismo con pasión y perseverancia. Sacrificad vuestro tiempo para ello. Estudiadlo en el silencio de vuestra habitación, leedlo de dos en dos; si sois amigos, formad grupos y redes de estudio, intercambiad ideas por Internet. En cualquier caso, permaneced en diálogo sobre vuestra fe. Debéis conocer lo que creéis; debéis conocer vuestra fe con la misma precisión con la que un especialista de informática conoce el sistema operativo de un ordenador; debéis conocerla como un músico conoce su pieza; sí, debéis estar mucho más profundamente arraigados en la fe que la generación de vuestros padres, para poder resistir con fuerza y decisión a los desafíos y las tentaciones de este tiempo.”
La inclusión del Youcat en la mochila de los peregrinos fue verdaderamente providencial. En la JMJ de Río de Janeiro se volvieron a distribuir cientos de miles de ejemplares entre los asistentes. Lo sorprendente ha sido comprobar que la entrega del Youcat a los jóvenes de todo el mundo en el contexto de un momento de gracia —auténtico kairos para la vida de la Iglesia—, se ha traducido en muchísimos grupos de jóvenes en una decisión firme para tomarse en serio la formación en la fe. Aunque no se trate de un catecismo oficial de la Iglesia Católica, pienso que el Youcat está llamado a ser un material de referencia para la Pastoral Juvenil en los próximos años.
El reto de la evangelización en el “sexto continente”.
El fenómeno de Internet, redes sociales, Wasapp, videojuegos, etc, ha cambiado los parámetros en los que antaño se movía la Pastoral Juvenil. En la actualidad, por ejemplo, para muchos de los jóvenes, las redes sociales no son un mero medio de comunicación, sino que han llegado a convertirse en el ‘hogar’ en el que ‘habitan’… ¿Cómo debemos de situarnos ante esta realidad?
Afortunadamente, la Iglesia no se ha incorporado con retraso a la era digital. Por ejemplo, en lo que a Internet se refiere, la huella de la presencia cristiana es profunda, tanto cuantitativa como cualitativamente. Y lo mismo cabría decir de las redes sociales, audiovisuales, materiales interactivos, etc. Tal vez, la autocrítica principal que debiéramos hacer estriba en torno a la necesidad de una mayor coordinación entre nosotros, que nos pudiera permitir ofrecer productos de mayor calidad, además de beneficiarnos de muchas ofertas desconocidas en nuestros entornos eclesiales.
No cabe duda de que una de las grandes intuiciones del Papa Francisco es la necesidad de conjugar la ‘conversión personal’ con la ‘conversión pastoral’. Pues bien, me atrevería a añadir que esa doble conversión, implica también una ‘conversión comunicativa’. Alguien dijo que Dios nos ha creado con dos orejas y con una sola boca; con la intención de que escuchemos el doble de lo que hablamos. La Pastoral Juvenil está llamada a poner uno de sus oídos en las redes sociales y en Internet —cogiendo el pulso de las aspiraciones de los jóvenes—, al mismo tiempo que reclina su otro oído en el Corazón de Cristo, a imagen del “Discípulo predilecto”. La palabra que pronunciemos tiene que estar gestada desde esa doble ‘escucha’…
Son muy interesantes las aportaciones que hace Evangelii Gaudium para la comunicación, en su capítulo tercero. En concreto, pienso que son perfectamente aplicables a la comunicación digital, los consejos que el Papa Francisco refiere a la homilía de los sacerdotes. Dice literalmente: “Una buena homilía debe contener una idea, un sentimiento y una imagen”.
En cuanto a la ‘idea’ o al mensaje; las nuevas tecnologías nos exigen brevedad y capacidad sintética. Ahora bien, la capacidad sintética requiere la convicción de la importancia de centrarnos en lo fundamental del mensaje cristiano: el kerigma. (Curiosamente, una buena parte de los mensajes de Jesucristo son fácilmente traducibles al formato de los 140 caracteres de twitter).
Con respecto al ‘sentimiento’ al que se refiere el Papa Francisco, tenemos que ser conscientes que dirigimos nuestro mensaje a una generación de jóvenes afectados por profundas heridas afectivas, a las que anteriormente hemos hecho referencia. No podemos olvidar la expresión de los discípulos de Emaús cuando analizaban cómo se había producido su encuentro con el Señor resucitado: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”. En efecto, para que un mensaje llegue a la mente de nuestro interlocutor, tiene que pasar primero por su corazón. Y para ello, es necesario que ese mensaje salga también del corazón del comunicador, y no solo de su fría reflexión.
En lo que se refiere a la ‘imagen’—tercer elemento señalado por el Papa Francisco—, no podemos perder de vista que estamos en el mundo de la imagen. Cuando la palabra se conjuga con la imagen, queda potenciada exponencialmente. La experiencia de los que somos catequistas nos ha enseñado hasta qué punto el éxito de una comunicación está ligado a una imagen o, a un ejemplo gráfico, en torno al cual pueda quedar ‘visualizado’ el concepto que se quiere transmitir.
Y tratándose de la comunicación digital en el ‘sexto continente’, no podemos ni debemos silenciar el hecho de que se ha generalizado un uso desequilibrado de las nuevas tecnologías. Un correcto diagnóstico debe huir de dos extremos igualmente equivocados: por una parte un planteamiento de Pastoral Juvenil que pretenda quedar fuera de la comunicación digital, y por lo tanto, se incapacita para encarnar la parábola del Buen Pastor que sale en busca de la oveja allá donde se encuentre. Y por otra parte, el riesgo de un optimismo ingenuo, que es ciego y mudo ante los graves problemas que la utilización desequilibrada de las tecnologías está generando.
La experiencia nos dice que la utilización desproporcionada de la tecnología suele ir de la mano de la carencia de contenidos para transmitir. Cuando el contenido de la comunicación se difumina o desaparece, entonces se centra toda la atención en el mero medio comunicativo. Por lo tanto, es muy importante subrayar la prioridad del ‘fin’ sobre el ‘medio’, para poder así sanar las desviaciones y los abusos.
Por último, de la misma forma en que la Iglesia ha desarrollado diversos servicios sociales subsidiarios a lo largo de la historia, saliendo en socorro de las carencias de cada tiempo y lugar; ¿no deberíamos ofrecer en el momento presente a los jóvenes una formación y acompañamiento bien programado, de cara a una correcta utilización de las tecnologías? En efecto, en Evangelii Gaudium nº210, leemos: “Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad”. Sin duda alguna, estamos ante una ‘nueva pobreza’ de nuestros días, que debe ser diagnosticada y abordada: la utilización desequilibrada de las tecnologías. (Sin olvidar tampoco la aportación de la Iglesia ante los casos más extremos. En efecto, comprobamos la existencia de adicciones compulsivas muy graves, que necesitan conjugar un tratamiento psicológico y espiritual).
Importancia del acompañamiento personalizado en la Pastoral Juvenil. Discernimiento vocacional.
El capítulo final de mi exposición lo he reservado para subrayar la importancia del acompañamiento espiritual, tradicionalmente conocido como ‘dirección espiritual’. Recuerdo que en vísperas de la celebración de la JMJ de Madrid en el año 2011, en el contexto de un encuentro con los responsables nacionales de la Pastoral Juvenil, escuché las siguientes palabras: “el fruto de la JMJ será proporcional al número de los acompañamientos espirituales que se inicien tras esta experiencia”. La expresión era muy atrevida, pero no cabe duda que partía de una intuición verdadera. Si la Pastoral Juvenil se limita a la pedagogía de los encuentros grupales, no dejará de ser ‘epidérmica’, y se verá frustrada en la pretensión de alcanzar la meta de un encuentro con Cristo transformador de la vida.
Brevemente, voy a mencionar algunas de las razones que demuestran la importancia de priorizar los acompañamientos personalizados:
[a] La proliferación de las heridas afectivas a las que anteriormente hemos hecho referencia, requieren un trato personalizado.
[b] Dice un proverbio africano: "No se enseña el camino con el dedo, sino caminado adelante"; y es obvio que el acompañamiento personalizado implica al evangelizador de una forma muy especial, dado que requiere la transmisión de la propia experiencia cristiana, y no solo de unos planteamientos teóricos.
[c] Con demasiada frecuencia, ocurre que la Pastoral Juvenil se convierte en un tránsito de voluntarios, que colaboran con la mejor de las voluntades durante un tiempo de su vida, pero que luego concluyen esta etapa sin que haya dejado una auténtica huella en sus vidas. Por ello, pienso que el éxito de la Pastoral Juvenil pasa por la llamada a un grupo de dinamizadores —es mucho más importante la calidad que la cantidad—que hayan sido ‘tocados’ por Cristo, y que sean verdaderamente evangelizadores. Pues bien, el acompañamiento espiritual de estos evangelizadores es fundamental para superar la condición de ‘grupo de amigos’, llegando a ser verdaderos ‘apóstoles comprometidos’.
[d] No creo que sea necesario demostrar la interrelación estrecha existente entre el acompañamiento espiritual y el discernimiento vocacional. Comparto con vosotros unos datos ilustrativos: En España se publica periódicamente una amplia encuesta realizada por la Fundación Santa María, en la que obviamente se ha constado la agudización de la secularización en la sociedad española, y muy especialmente entre los jóvenes. Sin embargo, en la encuesta de 2011 se preguntaba a los jóvenes españoles comprendidos entre los 15 y 24 años, si se habían planteado en algún momento la posibilidad de tener vocación al sacerdocio o a la vida religiosa. Pues bien, el 5’2% respondió positivamente. Es decir, ¡¡350.000 jóvenes se lo habían planteado!!… Pero la encuesta daba un paso más, y preguntaba cuántos de estos jóvenes habían llegado a comentar en sus familias su inquietud vocación… Y la sorpresa fue que ¡¡40.000 jóvenes!! habían llegado incluso a manifestar en sus hogares su duda vocacional… Me hubiese gustado que la citada encuesta hubiese incluido una tercera pregunta: ¿Cuántos de estos jóvenes mantenían un acompañamiento personalizado en el seno de la Iglesia?... Desgraciadamente serían pocos, y les faltó un acompañamiento importante en su discernimiento.
[e] En definitiva, nuestro estilo pastoral quiere ser el de Jesucristo; y no cabe duda de que los acompañamientos personalizados responden plenamente al estilo evangélico. Baste tomar como referencia el encuentro del Señor con la samaritana, narrado por el evangelio de San Juan; o el encuentro de Felipe con el eunuco narrado en los Hechos de los Apóstoles.
Queridos miembros de la familia vicenciana; le pido a la Milagrosa que alcance de Dios el milagro de que algunas de estas reflexiones os hayan podido ayudar de cara a la evangelización de los jóvenes. Ella estará junto a vosotros para que no os canséis de remar ‘mar adentro’, ni de echar las redes ‘en el nombre’ de su Hijo… Al compartir con vosotros estas reflexiones, han resonado en mí las conocidas palabras del apóstol San Juan, en una de sus cartas: “Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno” (1Jn 2,14). Son unas palabras impresionantes porque afirman como una realidad ya presente, lo que nosotros desearíamos alcanzar con nuestro trabajo pastoral… Y es que la Palabra de Dios es realidad y profecía, al mismo tiempo. ¡¡Que el que comenzó en los jóvenes la obra buena, Él mismo la lleve a término!!
Al igual que hace nuestro Papa Francisco en sus intervenciones, yo también quiero concluir rogándoos: “no dejéis de orar por mí”… ¡Yo prometo hacerlo por vosotros!