Easter Sunday, Year C-2019
- Living through the Death of Jesus Christ
Jesus wears the crown of glory because he died for everyone (Heb 2, 9). If we share his death, he will have us living with him in glory.
The wicked, true to the plots they were hatching against Jesus, cut him off from the land of the living (Jer 11, 19-20). But God, in whom Jesus had entrusted his cause, raised him on the third day. God, moreover, gave Jesus the seat at his right hand.
Indeed, God never forsakes his faithful servants. So, those who are looking for them will find their tombs empty. God’s servants are not among the dead but among the living. And the worse the violence that mars their faces, and the more uncomely their appearance, the higher they rise. The more successful they get, the greater their exaltation.
But do we truly believe all this? Or does this seem nonsense to us? Do we really remember Jesus’ words? Is it not possible that until now we still have not understood the Scripture that he must rise from the dead?
It is, of course, up to each one of us to answer these questions. True faith shows, however, in our living in the service of those in need. Our going about as Jesus, that is to say, going about doing good, bringing good tidings to the poor. Practicing hospitality, free of greed, happy with what we have (Heb 13, 1. 5), without the yeast of wickedness.
And we really cannot better assure our eternal happiness than by living and dying in the service of the poor (SV.EN III:384). St. Vincent de Paul further tells us that loving and trusting God, we will always be under God’s protection (CRCM II:2).
Lord Jesus, be mindful of those who, following you, give themselves to the service of others. Do not let discouraging results or lack of support stop them. Recalling your suffering, death and rising, may they have a foretaste of living in the glory to come.
21 April 2019
Easter Sunday – Resurrection of the Lord (C)
Acts 10, 34a. 37-43; Col 3, 1-4/1 Cor 5, 6b-8; Jn 20, 1-9/Lk 24, 1-12
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Vivos por la muerte de Jesucristo
Jesús es coronado de gloria por su muerte en beneficio de todos (Heb 2, 9). Si compartimos su muerte, él nos tendrá a su lado gloriosamente vivos.
Conforme a sus planes homicidas contra Jesús, lo arrancaron los malvados de la tierra de los vivos (Jer 11, 19-20). Pero Dios, a quien había encomendado Jesús su causa, lo resucitó al tercer día. Dios lo sentó además a su derecha.
De verdad, Dios no abandona jamás a sus siervos fieles. Por eso, los que los buscan encontrarán vacíos sus sepulcros. Los siervos de Dios no están entre los muertos, sino entre los vivos. Y tanto más desfigurados sus rostros por la violencia, tanto más les falta el aspecto humano a los siervos de Dios, cuanto más suben, prosperan y se exaltan.
Pero, ¿todo esto lo creemos nosotros realmente? O, ¿nos parece todo esto una locura? ¿Nos acordamos realmente de las palabras de Jesús? ¿Acaso no es posible que hasta ahora no hayamos entendido la Escritura de que él ha de resucitar de entre los muertos?
Le toca, desde luego, a cada uno de nosotros responder a estas preguntas. La verdadera fe, sin embargo, se manifiesta en aquellos que bien vivos se mantienen en el servicio de los necesitados. En los que, como Jesús, pasan haciendo el bien, anunciando la Buena Nueva a los pobres. En los que practican la hospitalidad, evitan la codicia, se contentan con lo que tienen (Heb 13, 1. 5), y se deshacen de la levadura de maldad.
Y realmente no podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres (SV.ES III:359). Nos dice además san Vicente de Paúl que, fundados nosotros en la divina caridad y en la esperanza del cielo, viviremos siempre bajo la protección de Dios (RCCM II:2).
Señor Jesús, acuérdate de todos los que, siguiéndote a ti, viven entregados al servicio de los demás. Que no se dejen vencer por el desaliento ante la incomprensión de los hombres. Concédeles, al conmemorar ellos tu pasión, muerte y resurrección, una anticipación de la vida entre los vivos en la gloria venidera.
21 Abril 2019
Domingo de Pascua de Resurrección (C)
Hech 10, 34a. 37-43; Col 3, 1-4/1 Cor 5, 6b-8; Jn 20, 1-9/Lc 24, 1-12