Trinity Sunday, Year C-2022

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Pour out God’s Love into Hearts

Jesus loves us to the end, to giving his life for us. To follow him means to give up our bodies and pour out our blood for others.

Jesus does not speak expressly of the Most Holy Trinity. He only shares with us and shows us his experience of God as a good and loving Father. This Father, the only one who is good, cannot but pour out his goodness, his love, on all he has made.

God so loves the world, yes, he gives us his only Son (Jn 3, 16). He also feeds the birds of the air and clothes the lilies of the fields in bright colors (Mt 6, 25-32).

And if he so cares for the birds and the lilies, how much more aware he is of our needs. For we are worth more than the birds and the lilies. In fact, he knows our needs before we ask him (verse 8).

So then, the distinctive trait of God, what is most natural to him, is to flow over, to pour himself out, to be God-with-us. To find joy in humans and to weep with them too. To be near, yes, to the broken-hearted (Ps 34, 18), so they boast of their troubles and not be disappointed. For as God does pour out his love, they catch his love. Such love makes them winners (Rom 8, 37).

Anointed and sent to bring the Good News to the poor, to help pour out God’s love

All that Jesus shares and shows of his experience of God is part of the Good News of the Kingdom. This Good News is the why of his anointing with the Holy Spirit and of his mission to those who are poor.

For, no doubt, Jesus is aware of his being the Son of this good and loving Father. After all, at his baptism, he saw the heaven open and the Holy Spirit come down on him. He also heard a voice from heaven point him out as the beloved and pleasing Son. From that experience on, he has let the Holy Spirit lead him.

Hence, Jesus makes the rounds of towns and villages. He teaches in synagogues, proclaims the Good News of the Kingdom, cures all kinds of diseases and illnesses (Mt 9, 35). No, he does not tire to pour out God’s love all over the place.

We say we are Christ’s disciples. But are we really his? Do we bear his hard teachings? Have we grasped their reach? Does the Spirit of truth now lead us to all truth?

Or is it that we still mistake his glory for the strength, the horn, of the golden calf? That is to say, for the wealth that our greed craves? Do we not still look for salvation in what the Tempter lays out before us?

We have yet to repent and believe in the Good News if we fail to grasp that salvation comes from the one hanging on the cross. He saves us from the destruction and ruin to which selfishness, lack of concern, and greed lead. For he loves us. With the strength, yes, of his arms outstretched on the cross and the sweat of his bloody brow (see SV.EN XI:32).

Lord Jesus, give us your Spirit and pour out into our hearts the Father’s love. We shall thus share in your experience of God, in your anointing and mission, in the life of the Most Holy Trinity.


12 June 2022

Most Holy Trinity (C)

Prov 8, 22-31; Rom 5, 1-5; Jn 16, 12-15


VERSIÓN ESPAÑOLA

Derramar el amor de Dios en los corazones

Jesús nos ama hasta el fin, hasta entregar su cuerpo y derramar su sangre, por nosotros. Ser de él quiere decir dar la vida por los demás.

Jesús no habla de forma expresa de la Santísima Trinidad. Solo nos comparte y nos enseña su experiencia de Dios como un Padre de bondad y amor. Éste, el solo que es bueno, no puede menos que derramar su bondad, su amor, por toda su creación.

Tanto ama Dios al mundo, sí, que da a su único Hijo (Jn 3, 16). También alimenta el Padre las aves del cielo y viste de gala los lirios del campo (Mt 6, 25-32).

Y si así cuida de las aves y los lirios, cuánto más atento está a nuestras necesidades. Pues valemos más que las aves y los lirios. De hecho, él sabe nuestras necesidades antes de que se las pidamos (versículo 8).

Así pues, lo propio y lo más natural de Dios es el no poderse sino desbordar o derramar, el ser Dios-con-nosotros. El gozar con los hijos de los hombres y llorar también con ellos. El estar cerca, sí, de los afligidos (Sal 34, 19), para que logren gloriarse en sus aflicciones y no defraudarse. Pues, al derramar su Espíritu Santo, Dios les contagia su amor. Tal amor los hacen salir victoriosos (Rom 8, 37).

Ungidos y enviados para dar la Buena Noticia a los pobres, para ayudar a derramar el amor de Dios

Todo lo que comparte y enseña Jesús de su experiencia de Dios forma parte de la Buena Noticia del Reino. Esa Buena Noticia es el por qué de su unción con el Espíritu Santo y de su misión a los pobres.

Pues, no cabe duda de que se da cuenta Jesús de que es Hijo de ese Dios bondadoso y compasivo. Después de todo, al bautizarse, vio abrirse el cielo y bajar sobre él el Espíritu Santo. Oyó también una voz del cielo señalarle como el Hijo amado, predilecto. Y a partir de esta experiencia se ha dejado llevar por el Espíritu Santo.

Por lo tanto, recorre Jesús los pueblos y aldeas. Enseña en las sinagogas, proclama la Buena Noticia del Reino, cura toda clase de enfermedades y dolencias (Mt 9, 35; Hch 10, 38). No, no ceja de derramar el amor por todas partes, hasta dar la vida por todos.

Nos decimos discípulos de Cristo. Pero, ¿somos de él de verdad? ¿Cargamos con sus duros dichos? ¿Hemos logrado captar el alcance de ellos? ¿Ya nos guía hasta la plena verdad el Espíritu de la verdad?

O, ¿es que aún confundimos su gloria con la fuerza, el cuerno, del becerro de oro? Es decir, ¿con las riquezas que codiciamos? ¿No buscamos aún la salvación en lo que nos plantea el Tentador?

Hemos de convertirnos aún y creer en la Buena Noticia si aún no captamos que la salvación viene del que cuelga de la cruz. Él nos salva de la destrucción y la ruina a las que llevan el egoísmo, la falta de compasión, y la codicia. Pues nos ama. A costa, sí, de sus brazos extendidos en la cruz y con el sudor su frente sangrienta (véase SV.ES XI:733).

Señor Jesús, danos tu Espíritu y no dejes de derramar en nuestros corazones el amor del Padre. Así participaremos de tu experiencia de Dios, de tu unción y tu misión, de la vida de la Santísima Trinidad.


12 Junio 2022

Santísima Trinidad (C)

Prov 8, 22-31; Rom 5, 1-5; Jn 16, 12-15