Trinity Sunday, Year B-2021

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Worshipers of the Father in Spirit and Truth

Jesus embodies what to worship the Father in Spirit and truth means. Hence, we Christians are to be such worshipers.

We humans can spoil everything (SV.EN XI:247. 249. 310. 313. 388; SV.EN XII]:92. 131. 139). We spoil worship of God even, and so become false worshipers. And our feasts, almsgiving, prayer and fasting turn loathsome and a farce.

But Christians should be true worshipers. And we shall be so, if we keep our gaze on Jesus, on his works and words. This, of course, asks for intimacy with him; his sap has to flow into us.

And to know Jesus is to know the one who gives the worship that pleases the Father. For he does the Father’s will even to death (Heb 10, 5-10; Phil 2, 8; Ps 40,7-9). And one cannot highlight enough that the sacrifice of his body and blood makes us holy.

That is how Jesus loves us to the end. And since he loves us so, he also shows the Father’s love. Jesus’ love mirrors, yes, the love of the one who loves so much he gives his only Son. His experience of the Father’s love that he shares and makes us catch lets those in the outskirts feel as if by touch God’s goodness. No doubt, St. Joseph’s love helped Jesus not a little to taste God’s goodness.

The Father shows us love so that we become true worshipers.

Jesus’ love for us shows that God is love. No doubt, God does wonders and saves us with strong hand and outstretched arm. But he is Father, first of all. And he even wants us to cry to him in a most tender way, “Abba, Father.”

He is Father, yes, to all, no matter which race, tongue, country we come from. Men and women of all religions get welcome from him. He loves the good and the bad, the just and the wicked.

And he is in heaven, yet he stoops from the heights to look down upon earth. For he raises us who are poor, feeds us and forgives us. Besides, he takes us by the hand so that we do not fall, so that we be free of evil.

So then, the God that Jesus reveals is not far but near. Rather than closed to others, he is open to them; he overflows with life and love. That is why we live, move and have our being. Due to this, too, his love has been poured into our hearts through the Holy Spirit that has been given to us.

And through baptism, we are able to plunge into such life and love. And if we take such plunge, if we overflow with life and love as Jesus, we will be true worshipers. To be worshipers in Spirit and truth means, yes, to behave as loving children of the same Father. It is to feed, forgive, strengthen, deliver one another from evil. If we know the mystery of the Most Holy Trinity thus, our salvation will not be at risk (SV.EN XI:172-173).

Lord Jesus, grant that we take the plunge into the Father’s love and thus become true worshipers.


30 May 2021

Most Holy Trinity (B)

Dt 4, 32-34. 39-40; Rom 8, 14-17; Mt 28, 16-20


VERSIÓN ESPAÑOLA

Adoradores del Padre en Espíritu y verdad

Jesús encarna lo que es adorar al Padre en Espíritu y verdad. Se espera, por lo tanto de los cristianos que seamos tales adoradores.

Los hombres somos capaces de estropearlo todo (SV.ES XI:174. 176. 236. 238. 314. 409. 450. 458). Estropeamos aun el culto de Dios, por lo que nos volvemos falsos adoradores. Y resultan odiosas y farsas nuestras fiestas, limosnas, oraciones y ayunos (Is 1; 58; Mt 6).

Pero se nos pide a los cristianos que seamos verdaderos adoradores. Y lo seremos si nos fijamos en Jesús, en sus obras y palabras. Esto supone, claro, intimidad con él; su savia ha de fluir en nosotros.

Y conocer a Jesús es conocer al que da el culto grato al Padre. Es que cumple él hasta la muerte la voluntad del Padre (Heb 10, 5-10; Fil 2, 8; Sal 40, 7-9). Y no se puede destacar lo bastante que por el sacrificio de su cuerpo y sangre, consagrados somos todos.

Así nos ama Jesús hasta el extremo. Y por amarnos, nos da él a conocer el amor del Padre. El amor de Jesús refleja, sí, el amor del que tanto ama que entrega a su Hijo único. Su experiencia del amor del Padre que comunica y contagia los deja a los de las periferias palpar la bondad del Padre. Y no hay duda de que el amor de san José ayudó no poco a Jesús a gustar la bondad del Padre.

Se nos hace ver el amor del Padre para que nos hagamos verdaderos adoradores.

El amor de Jesús da a conocer que Dios es amor. No cabe duda de que Dios hace proezas y salva con mano fuerte y brazo poderoso. Pero es Padre, primero que nada. Y aun quiere que le gritemos de modo más tierno: «¡Abba! (Padre)».

Es Padre, sí, de todos nosotros, seamos de la raza, lengua o nación que sea. Acoge él a hombres y mujeres de toda religión; ama a los buenos y malos, a los justos e injustos.

Y está en el cielo, pero se abaja para mirar a la tierra. Pues él nos alza de la basura, nos da de comer y nos perdona. También nos toma él de la mano para que no nos caigamos y para que nos libremos del mal.

Así que el Dios al que da a conocer Jesús no está lejos, sino cerca. No se encierra en sí mismo; se abre más bien a los demás, y su ser rebosa de vida y de amor. Y es por eso que vivimos, nos movemos y existimos. También por eso, el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

Y por el bautismo se nos capacita para sumergirmos en esa vida y en ese amor. Si así nos sumergimos, si nos rebosamos de vida y amor al igual que Jesus, seremos adoradores en Espíritu y verdad. Vivir como buenos hijos e hijas del Padre, alimentarnos, perdonarnos, confirmarnos, librarnos del mal unos a otros es ser verdaderos adoradores. Si conocemos así el misterio de la Santísima Trinidad, no correremos el riesgo de no salvarnos (SV.ES XI:104).

Señor Jesús, concédenos sumergirnos en el amor del Padre y así convertirnos en verdaderos adoradores.


30 Mayo 2021

Santísima Trinidad (B)

Dt 4, 32-34. 39-40; Rom 8, 14-17; Mt 28, 16-20