Third Sunday of Lent, Year C-2019

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Waiting Patiently and Mercifully

Like his Father, Jesus is merciful. He does not wish sinners to die. Rather, he is waiting for them to repent and live, full of fruit of righteousness.

Some people tell Jesus about the slaughter of Galileans. Are they Zealots who want to win Jesus over? Are they waiting for him to speak out against Rome?

But then they may just be people looking for an explanation. Are they waiting for Jesus to help them find meaning in a tragedy?

Whoever these people are, however, whatever their motives, Jesus rejects the belief that tragedies and misfortunes are God’s punishment. He makes clear that the Galilean victims were by no means greater sinners than all other Galileans.

Moreover, Jesus himself recalls the death of eighteen people in an accident in Jerusalem. Those who died were not any more guilty than everyone else who lived in Jerusalem. Judeans may feel that they are better than Galileans. Yet they are in as much need of repentance as the Galileans.

We all, then, must repent, knowing well that no one is just in the sight of God (Ps 143, 2). No one of us really can stand if the Lord marks our guilt (Ps 130, 3). We should only be waiting for the One, in whom there is forgiveness, to show mercy. He is patiently waiting for us, not wishing anyone to die, but everyone to repent (2 Pt 3, 9).

And there is no time to waste, since there is limit to our lifetime. We have to spend, then, our time on earth to be who or what we ought to be.

Jesus keeps waiting for us, wishing us to be fruitful, as the open-ended parable of the barren fig tree teaches us.

We cannot waste our time passing judgment on others, listing their sins and gloating over their misfortunes as God’s punishment. To waste our time so only gives away our warped view of God. Of a mean God who enjoys catching and punishing us.

We should judge ourselves instead. We must ask if our repentance shows in the fruit that we bear. Christian repentance means specifically following Jesus. He is the gardener that keeps waiting and giving us chances. But we do not know how much longer we are going to be here. We can only hope, then, that it is not too late. It is up to us—and we can count on God’s grace—to give the parable a happy ending.

And we do not need to do many things (SV.EN X:284), to do the “thirty-three acts” (SV.EN I:80). For what matters most is trust in the goodness and love of God.

Lord Jesus, grant us to follow you to the giving up of the body and the shedding of blood. You are waiting for us to go about doing good.


24 March 2019

Third Sunday of Lent (C)

Ex 3, 1-8a. 13-15; 1 Cor 10, 1-6. 10-12; Lk 13, 1-9


VERSIÓN ESPAÑOLA

Espera paciente y misericordiosa

Como su Padre, Jesús es misericordioso. No se complace en la muerte de los pecadores, sino en que cambien de conducta y vivan, llenos del fruto de justicia.

Cuentan a Jesús unos desconocidos la matanza de unos galileos. ¿Son zelotes ellos quienes buscan convencerle? ¿Están ellos en espera de una respuesta que denuncie a Roma?

Pero puede ser que sean simplemente personas en busca de una explicación. ¿Sean tal vez personas de espera que quieren que Jesús les ayude a entender tal tragedia?

Sean quienes sean, sin embargo, o cuáles sean sus motivos, rechaza Jesús la creencia de que las desgracias son castigos divinos. Deja claro que los galileos perecidos no eran más pecadores que los demás galileos.

Además, Jesús mismo les recuerda la muerte de dieciocho individuos en un accidente ocurrido en Jerusalén. Asegura él que los muertos no eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén. Quizás los de Judea crean que son mejores que los de Galilea. Pero necesitan, al igual que los galileos, arrepentirse.

Así que todos tenemos necesidad de arrepentirnos, teniendo en cuenta especialmente que ningún hombre vivo es inocente frente a Dios (Sal 143, 2). Realmente, nadie podrá resistir si el Señor lleva cuentas de los delitos (Sal 130, 3). Solo espera uno, pues, que le tenga misericordia el que de quien procede el perdón. El Señor espera con paciencia porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión (2 Pd 3, 9).

Y no hay tiempo que perder, que es limitado el tiempo que tenemos para nuestra vida. Lo tenemos que aprovechar, pues, procurando hacernos lo que debemos ser.

Espera y espera y sigue esperando Jesús, deseando que seamos productivos, como nos lo enseña la parábola abierta de la higuera estéril.

No podemos perder tiempo juzgando a los demás, llevando cuentas de sus delitos, deleitándonos en las desgracias ajenas. Perder tiempo así solo pone de manifiesto nuestra visión distorsionada de Dios. De un Dios cruel y justiciero que se disfruta buscando a quiénes cazar y castigar.

Debemos juzgarnos más bien a nosotros mismos. Hemos de preguntarnos si nuestro arrepentimiento queda demostrado en el fruto que damos nosotros. Convertirnos de manera cristiana quiere decir concretamente seguir a Jesús. Él es el viñador que siempre espera y nos da oportunidades. Pero sin saber cuánto tiempo nos queda en la tierra, solo podemos esperar que no sea demasiado tarde. Nos toca dar, —con la ayuda de la gracia de Dios—, un final feliz a la parábola abierta.

Y no necesitamos hacer una multiplicidad de cosas (SV.ES IX:932) ni hacer los «33 actos» (SV.ES I:149). Pues lo que importa sobre todo es la confianza en la bondad y el amor de Dios.

Señor Jesús, concédenos seguirte hasta la entrega del cuerpo y el derramamiento de la sangre. Tú esperas que pasemos también haciendo el bien.


24 Marzo 2019

3º Domingo de Cuaresma (C)

Éx 3, 1-8a. 13-15; 1 Cor 10, 1-6. 10-12; Lc 13, 1-9