Third Sunday of Advent, Year B-2017

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Testimony that is at once humble and courageous

Jesus, the incarnate Word, is the light that enlightens everyone. Christians prove themselves through the humble and courageous testimony they give in his behalf.

This time, we have a portrait of John the Baptist giving a deposition in a court trial. That is because he gives a testimony in Jesus’ behalf, which indicates that the one on trial is Jesus.

But his being a mere witness does not save John from the inquisitors. Every witness, after all, becomes a subject of examination and cross-examination. So, then, Jesus’ witness answers the investigators’ questions and objections.

And John answers honestly. But that is not enough for him. For at the end the one who gives testimony to Jesus becomes an accuser. He tells his interrogators, “There is one among you whom you do not know.”

In other words, the Baptist accuses those who are supposedly wise and learned of not knowing Jesus Christ. And considering what Dt 25, 9 and Ruth 4, 7 say about sandals, we discover another meaning. Saying he is not worthy to untie Jesus’ sandals, John, in effect, affirms that Jesus has not breached the law. He indicates, moreover, that Jesus is the one who has the right.

Jesus’ followers prove themselves through the humble and courageous testimony they give in his behalf.

Nowadays, too, Jesus remains on trial. And he counts on his followers to give testimony in his behalf, which implies, of course, knowledge of Jesus.

Jesus’ true witnesses know him intimately, yes, and personally, and not only from what they hear about him. Their hearts burn within them as he speaks to them through the Scriptures. They see him with their own eyes at the breaking of the bread. Breathing Jesus Christ in and out, they urge others in the manner of St. Vincent de Paul (SV.EN I:276):

Remember that we live in Jesus Christ through the death of Jesus Christ, and we must die in Jesus Christ through the life of Jesus Christ,
and our life must be hidden in Jesus Christ and filled with Jesus Christ, and in order to die as Jesus Christ, we must live as Jesus Christ.

Those whom the Spirit of truth teaches and guides explain also to someone despairing the reason for their joyful hope. In that way, they give the testimony that the incarnate Word dwells among them. They disregard, then, the one who mockingly asks them daily in hard times, “Where is your God?” Furthermore, they give courageous testimony to the enlightening truth before leaders who undermine democratic institutions with their curses, lies and threats.

And they know Jesus as the Evangelizer of the poor. So, they charge with injustice and lack of knowledge, politicians who are subservient to the rich but indifferent to the poor.

Lord Jesus, make us give humble and courageous testimony to you, so that others may believe.


17 December 2017

Third Sunday of Advent (B)

Is 61, 1-2a. 10-11; 1 Thes 5, 16-27; Jn 1, 6-8. 19-21


VERSIÓN ESPAÑOLA

Testimonio humilde y valiente a la vez

Jesús, el Verbo encarnado, es la luz que alumbra a todo hombre. Los cristianos se acreditan por el testimonio humilde y valiente que dan de él.

Esta vez, queda presentado Juan Bautista como un deponente en un proceso judicial. Es que Juan da testimonio en favor de Jesús, lo que indica que el enjuiciado es Jesús.

Pero no por ser mero testigo se salva Juan de los inquisidores. A todo testigo, claro, se le somete al interrogatorio y contrainterrogatorio. Así pues, el testigo de Jesús contesta las preguntas y las objecciones de los investigadores.

Y contesta Juan sin reservas. Pero no le basta con esto. Pues al final, se vuelve acusador el que da testimonio de Jesús. Dice Juan a los interrogadores: «En medio de vosotros hay uno que no conocéis».

En otras palabras, el Bautista acusa a los supuestos sabios y entendidos de desconocer a Jesucristo. Y considerando lo dicho en Dt 25, 9 y Rut 4, 7 sobre la sandalia, descubrimos un sentido más. Es decir, declarándose indigno de desatarle a Jesús las sandalias, Juan afirma, en efecto, que Jesús no es un incumplidor. Y les da a entender asimismo a los inquisidores que Jesús es quien tiene el derecho.

Los seguidores de Jesús se acreditan por el testimonio humilde y valiente que dan de él.

También hoy en día sigue siendo enjuiciado Jesús. Y cuenta él con sus seguidores para dar testimonio de él, lo que, claro, supone conocimiento de Jesús.

Los auténticos testigos de Jesús le conocen, sí, íntima y personalmente, no de oídas solo. Arden sus corazones mientras les habla él mediante las Escrituras. Lo ven con sus propios ojos en la fracción del pan. Inhalando y exhalando a Jesucristo, exhortan a los demás, diciéndoles, al estilo de san Vicente de Paúl (SV.ES I:320):

Acuérdense de que vivimos en Jesucristo por la muerte de Jesucristo, y que hemos de morir en Jesucristo por la vida de Jesucristo,
y que nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo, y que, para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo.

Los enseñados y guidados por el Espíritu de la verdad también explican al desesperado la razón de su alegre esperanza. Así dan testimonio de que el Verbo encarnado habita entre ellos. No le hacen caso, pues, al incrédulo que les repite burlonamente en momentos difíciles: «¿Dónde está vuestro Dios?». Además, dan testimonio valiente de la verdad alumbradora ante líderes que socavan las instituciones democráticas con sus maldiciones, mentiras, amenazas.

Y conocen a Jesús como el Evangelizador de los pobres. Por eso, les echan en cara a los políticos, sumisos a los ricos pero indiferentes a los pobres, su injusticia y su desconocimiento.

Señor Jesús, haz que demos testimonio humilde y valiente de ti, a fin de que los demás vengan a la fe.


17 Diciembre 2017

Domingo 3º de Adviento (B)

Is 61, 1-2a. 10-11; 1 Tes 5, 16-27; Jn 1, 6-8. 19-21