Holy Family, Year B-2020

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Amazing and Challenging Good News

In an amazing way, God becomes the son of the human family, so that we may belong to the family of God.

The parents find amazing what they hear about their baby boy. It is as though an angel never brought them the amazing Good News about their son.

But that is how the lowly are; the Word of God turns out for them more and more amazing. For though it is of old, it stays new (St. Augustine). Hence, it does not cease to amaze them.

Nor does the amazing Word cease to challenge those who heed it. That is why it awes them; they tremble before it (Is 66, 2). It brings out the thoughts of many hearts.

The Good News also asks that we conform to it. That is to say, we are to be little, helpless, in the hands of God, as the baby Jesus. He is the firstborn among the poor of Yahweh, like Simeon and Anna.

Yes, the Word calls us. It does not want us to stay inside for fear of what is out there (SV.EN XII:81). For if we look out for our own interests, we will not have Christ’s attitude (Phil 2, 4-5). Nor will we reach his maturity (Eph 4, 13).

Amazing and awesome exchange between families

About our families, then, they have to be of the amazing family of God. That is to say, there is love in them, respect, service and help.

But it is not enough for me to love God if my neighbor does not love him (SV.EN XII:215). Nor is it enough for our families to be of God’s family if others are not. So then, we cannot be self-absorbed, worried about our safety. Not in hard times, when we most need to be one.

No, no crisis should make us withhold mercy. For it is not the time to hoard the things we can lay our hands on. Rather, it is time to open our hand to those who are in need.

Hence, our families must be merciful, just, understanding. They must fan the flames of the Spirit (J. Freund).

And we should let the family of God challenge our families. For Jesus must be in his Father’s house (Lk 2, 49). And it is not true that he is out of his mind (Mk 3, 21). What is true is that his mother, brothers and sisters are those who do what God wills (Mk 3, 35).

True to the Good News, our families will be like the yeast that will leaven other families. They will be like the boy who shares his few loaves and fish, until five thousand or so have their fill. Until our families are of God’s family, in which there will be no strangers (Eph 2, 19).

Lord Jesus, like Simeon and Anna, we wait for you. Come and console us in an amazing way.


27 December 2020

Holy Family (B)

Gen 15, 1-6; 1, 1-3; Heb 11, 8. 11-12. 17-19; Lk 2, 22-40


VERSIÓN ESPAÑOLA

Admirable y desafiante Buena Nueva

De forma admirable, Dios se hace hijo de la familia del hombre, para que seamos de la familia de Dios.

Les resulta admirable a los padres lo que oyen decir de su niño. Es como si nada de la admirable Nueva Buena de su hijo se les anunciara antes.

Pero así son los humildes; les resulta cada vez más admirable la Palabra de Dios. Pues aun antigua, es siempre nueva (san Agustín). Por lo tanto, los humildes se admiran de ella siempre.

Y siempre desafía la admirable Palabra a los que le prestan atención. Es por eso que es tremenda; por lo tanto, ante ella se estremecen ellos (Is 66, 2). Ante ella, queda clara la actitud de muchos corazones.

La Buena Nueva pide también que nos ajustemos a ella. Es decir, ser pequeños nosotros, indefensos, abandonados en manos de Dios al igual que el niño Jesús. Él es el primogénito entre los pobres de Yahveh, como Simeón y Ana.

La Palabra, sí, nos llama. No nos quiere encerrados en nosotros mismos por miedo a lo que haya afuera (SV.ES XI:397). Pues encerrados en nuestros intereses, nos faltarán los sentimientos de Cristo (Fil 2, 4-5). Ni seremos maduros al igual que él (Ef 4, 13).

Admirable y tremendo intercambio entre familias

Con respecto, pues, a nuestras familias, ellas han de ser de la admirable famila de Dios. Esto quiere decir que en ellas hay amor, respeto, servicio y auxilio.

Pero no me basta con amar a Dios si no lo ama mi prójimo (SV.ES XI:553). Tampoco nos basta, pues, con ser nuestras familias de la familia de Dios, si otras no lo son. Así que no nos podemos ensimismar afanados por nuestras seguridades. Ni en los momentos difíciles, cuando más necesitamos la solidaridad.

De verdad, ninguna crisis nos ha de cerrar las entrañas. Pues no es hora para amasar las cosas que podamos agarrar con las manos. Es hora, más bien, para abrir la mano a los pobres.

Le toca, por lo tanto, a la familia procurar la misericordia, la justicia, la comprensión. Avivar las llamas del Espíritu (J. Freund).

Y hay que dejar que la familia de Dios desafíe a nuestras familias. Pues Jesús ha de estar en la casa de su Padre (Lc 2, 49). Y no es cierto que él no está en sus cabales (Mc 3, 21). Lo que es cierto es que toma él por madre y hermanos a los que cumplen lo que quiere Dios (Mc 3, 35).

Ajustada a la Buena Nueva, la familia humana será como la levadura que fermente las demás familias. Será como el muchacho que comparte sus pocos panes y peces, hasta que se sacien unos cinco mil. Hasta que las familias formen parte de la familia de Dios, en la que no habrá extranjeros (Ef 2, 19).

Señor Jesús, a ti esperaban Simeón y Ana de forma admirable. Ven a consolar a los desconsolados.


27 Diciembre 2020

Sagrada Familia (B)

Gén 15, 1-6; 1, 1-3; Heb 11, 8. 11-12. 17-19; Lc 2, 22-40