Fourth Sunday of Lent, Year B-2021

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Crucified Jesus: Despair and Hope; Death and Life

Jesus, crucified for the wicked, is the best proof that God loves us (Rom 5, 8). It is enough for us to gaze on him to believe and live forever.

It seems odd to me that the serpent that brings death is a sign of healing (Num 21, 4-9). But Jesus goes along with the that sign (medicine, too, takes poison, pharmakon, as cure). For he says that the serpent on the pole points to him as the Crucified One.

Yes, the teaching is that Jesus Crucified gives eternal life to those who gaze on him and believe in him. So, like the serpent, the one crucified is a sign of death and life. In other words, death is life and life, death.

And it is harder to believe such a statement than to believe what the first reading says. Namely, that loathsome deeds do not cry out for ruin but reinstatement. For God is rich in mercy; he saves us by his grace.

But paradoxes are part of Jesus’ teachings and life. They defy logic, yet they should not only puzzle us, but above all, should challenge us.

That is to say, they call us to be one with the poor who are rich, though. For theirs is God’s kingdom where order means to put things upside-down. There, the wretched in the eyes of the world are blessed.

The poor, yes, are more likely than most to see their utter need for God. That is why they take shelter in the Lord rather than trust princes (Ps 118, 9).

Hail to the cross of the Crucified, our only hope.

To be poor in a basic and radical way is to be, do and live as Jesus. And first of all, he is both man and God in a paradoxical way.

As man, Jesus is flesh that dies, is poor and weak. But as God, he is spirit that lives forever, is rich and mighty. He is poor, yet he makes us rich (2 Cor 8, 9). He knows no sin, but God makes him to be sin that we may be just (2 Cor 5, 21). Besides, he becomes a curse to win us blessing (Gal 3, 13-14).

In the light, then, of the paradoxes, there is great hope for us. For in Christ, our mortal flesh becomes immortal; flesh from the earth puts on the glory of heaven.

There is a catch, of course: we have to be crucified first like the one who serves and gives his body up and sheds his blood for us (1 Jn 3, 16; 4, 11).

Lord Jesus Crucified, grant that we find our glory and humanness as we follow you to serve the poor (SV.EN III:384). As we live like you to die like you, as we hide in you and be full of you (SV.EN I:276). Thus, your love that spills over cannot but show in us.


14 March 2021

Fourth Sunday of Lent (B)

2 Chron 36,14-16. 19-23; Eph 2, 4-10; Jn 3, 14-21


VERSIÓN ESPAÑOLA

Cruz: desesperanza y esperanza; muerte y vida

La mejor prueba de que Dios nos ama es Jesús colgado de la cruz por los injustos (Rom 5, 8). Nos basta con fijarnos en el Crucificado para creer y tener la vida eterna.

Me resulta curioso que la serpiente letal sea señal de la sanación (Núm 21, 4-9). Pero Jesús se conforma con tal señal (también la medicina que toma el veneno, pharmakon, por cura). Pues nos dice él que la serpiente en un asta señala a él en la cruz.

Se nos revela, sí, que Jesús, en la cruz, da la vida eterna a los que se fijan y creen en él. Así que, al igual que la serpiente, la cruz quiere decir muerte y vida. En otras palabras, muerte quiere decir vida y vida, muerte.

Y nos cuesta más creer tal afirmación que creer lo que dice la primera lectura. A saber, que las abominaciones no claman, al final, la ruina, sino la restauración. Pues Dios es rico en misericordia; nos salva por su gracia.

Pero forman parte de las enseñanzas y la vida de Jesús las paradójas. Pero ésas, que desafían la lógica, no nos solo han de desconcertar. Más que nada, nos han de desafiar.

Es decir, por ellas se nos llama a unirnos a los pobres que son ricos de verdad. Pues de ellos es el reino de Dios, en el que el orden es colocarlo todo boca abajo. Allí, los desgraciados a los ojos del mundo son dichosos.

Los pobres, sí, se reconocen con necesidad absoluta de Dios, mejor que nadie. Es por eso que se refugian en él en vez de confiar en los magnates (Sal 118, 9).

Saludo a la cruz, nuestra sola esperanza.

Ser pobre de forma fundamental y radical es ser, hacer y vivir al igual que Jesús. Y primero que nada, él es, de forma paradójica, Dios y hombre a la vez.

Como hombre, pues, es carne que muere, pobre y débil. Pero como Dios, es espíritu que vive por siempre, rico y fuerte. Es pobre, pero nos enriquece (2 Cor 8, 9). No conoce pecado, pero a él se le hace pecado para nuestra justificación (2 Cor 5, 21). Ademas, se hace él la maldición para que se nos conceda la bendición (Gal 3, 13-14).

Así que a la luz de las paradojas, hay gran esperanza para nosotros. Pues en Cristo, nuestra carne mortal se reviste de inmortalidad; la carne plasmada de la tierra recibe la gloria del cielo.

Pero, claro, hay una trampa: hay que colgar de la cruz primero al igual que el que sirve y entrega su cuerpo y derrama su sangre por nosotros (1 Jn 3, 16; 4, 11).

Señor Jesús, colgado de la cruz, concédenos descubrir nuestra gloria y humanidad en ti, por seguirte en servir a los pobres (SV.ES III:359). Por vivir como tú para morir como tú, y ocultarnos en ti y llenarnos de ti (SV.ES I:320). Y así no se podrá tu amor, que rebosa, sino notar en nosotros.


14 Marzo 2021

Domingo 4º de Cuaresma (B)

2 Crón 36,14-16. 19-23; Ef 2, 4-10; Jn 3, 14-21