First Sunday of Advent, Year C-2018

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Hopeful and Watching at All Times and Praying

The same Jesus who has gone into heaven will come back with power and great glory. Those who, hopeful, watching and praying, wait for him will never be disappointed.

Jesus speaks of signs in the sun, the moon and the stars. These signs, along with the roaring of the sea and the waves, will fill people with dismay, fear and bewilderment. But according to the Teacher also, the disciples have reason to stay hopeful even when the world is ending. For he tells them, “when these signs begin to happen, stand erect and raise your heads because your redemption is at hand.”

We should stay hopeful, yes, because the end of the present order spells the beginning of the new. Jesus has ushered in the kingdom of God in this world; he will come back to carry out fully what he has started. A cloud has taken him from our sight. But he will return in a cloud, in an exceedingly majestic and glorious way.

To stay hopeful, we need to be watchful at all times and praying.

To keep watch is to beware that we do not play the rich fool or the rich man who does not care about poor Lazarus (Lk 12, 16-20; 16, 19-31).

Watchfulness asks, moreover, that we keep abreast of what is happening around us. Not knowing what is going on, we fall victims to the partisan and colluding followers of the Father of lies (Jn 8, 44). They call evil good, and good evil; they change darkness into light, light into darkness (Is 5, 20). But the watchful are alert to the use even of dangerous and inflammatory words—“immigrant invasion,” “nationalism,” “terrorism,” “radical Islam” (see Timothy Snyder, On Tyranny).

And if we are prayerful, we will be able to do anything (SV.EN XI:76). Among other things, we will know how to be angry but without sinning (Eph 4, 26), how to be firm and gentle (Robert P. Maloney).

But it will be all the better for us if our prayers become one with our works. It will, then, mean we are not just standing there looking at the sky. But also doing as Jesus in his first coming, truly hopeful even when it seems we are about to perish (CRCM II:2). He, of course, went around to all towns and villages, proclaiming the Gospel, curing every disease and illness (Mt 9, 35).

Lord Jesus, may our eagerness to eat your Supper make us hopeful, watchful at all times and prayerful. Help us to follow your instructions, and grant that we get the name “The Lord our justice.”


2 December 2018

First Sunday of Advent (C)

Jer 33, 14-16; 1 Thes 3, 12 – 4, 2; Lk 21, 25-28. 34-36


VERSIÓN ESPAÑOLA

Esperanzados y vigilantes en todo tiempo y orando

Volverá con gran poder y gloria el mismo Jesús que ha subido al cielo. Los que lo aguardan esperanzados y vigliantes y orando no quedarán nunca defraudados.

Habla Jesús de las señales en el sol y la luna y las estrellas. Esas señales, junto con el estruendo del mar y el oleaje, infundirán angustia, espanto y ansiedad en los hombres. Pero según el Maestro también, los discípulos, aun acabándose el mundo, tienen todavía motivo para permanecer esperanzados. Pues les dice él: «Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».

Esperanzados debemos permancer, sí, pues el fin del orden presente significará el principio del orden nuevo. Jesús ha inaugurado en este mundo el reino de Dios; vendrá otra vez para llevar a pleno cabo lo inaugurado. Una nube nos lo ha quitado de la vista. Pero lo veremos venir otra vez en una nube, sobremanera majestuoso y glorioso.

Para mantenernos realmente esperanzados, tendremos que estar vigilantes en todo tiempo y orando.

Vigilar es cuidarnos, no sea que hagamos de rico necio o de rico indiferente al pobre Lázaro (Lc 12, 16-20; 16, 19-31).

La vigilancia pide además que estemos al tanto de los acontecimientos en torno nuestro. Sin darnos cuenta de lo que está pasando caeremos víctimas de los secuaces del Padre de la mentira (Jn 8, 44). Llaman ellos a lo bueno malo, a lo malo bueno; tienen la oscuridad por luz, la luz por oscuridad (Is 5, 20). Pero los vigilantes están alertas incluso al uso de palabras peligrosas e incendiarias: «invasión por parte de los inmigrantes», «nacionalismo», «terrorismo» «Islam extremista» (véase Timothy Snyder, On Tyranny).

Y si somos hombres de oración, seremos capaces de todo (SV.ES XI:778). Entre otras cosas, sabremos enojarnos sin pecar (Efes 4, 26) y mantenernos firmes y suaves (Robert P. Maloney, C.M.).

Pero nos resultará mejor que haya unidad entre nuestras oraciones y nuestras obras. Querrá decir que no solo nos encontramos ahí plantados mirando al cielo, sino haciendo también lo mismo que Jesús en su primera venida, esperanzados aun cuando parezca que estamos a punto de perecer (RCCM II:2). Claro, él recorría pueblos y aldeas, anunciando el Evangelio, sanando toda clase de enfermedades y dolencias (Mt 9, 35).

Señor Jesús, que nuestro enorme deseo de comer tu Cena nos lleve a permanecer esperanzados, vigilantes en todo tiempo y orando. Ayúdanos también a seguir tus instrucciones, y haz que se nos llame así: «El Señor es nuestra justicia».


2 Diciembre 2018

Domingo 1º de Adviento (C)

Jer 33, 14-16; 1 Tes 3, 12 – 4, 2; Lc 21, 25-28. 34-36