Fifth Sunday of Lent, Year B-2018

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Everyone, No Matter One’s Nationality

Lifted up from the earth, Jesus draws everyone to himself. He wants us to die with him on the cross, so that we may have eternal life.

One can safely say that everyone looks for self-fulfillment. We may not be able to define it or specify the right means of attaining it. But, yes, we strive to achieve it.

That is why we train, we exert efforts to have a good career, we commit to a business, work or project. And we take our achievements in this regard as indications of self-fulfillment.

But for all our successes, and the happiness they bring us, we feel we still lack something. It appears no experience of joy, success, security or well-being can give us fullness.

That is because such experience is clearly quite limited. It turns out so fleeting; our misery and our failures easily dispel it. And so, we end up wanting something more than what we have. In the end, really, we remain restless, and unhappy, until we rest in God (Confessions I, 1, 1).

Only God is enough for everyone, for all of us.

God alone can fulfill the desire that we harbor, consciously or unconsciously, in the depths of our being. And he lets us know, through the one who reveals him, the right means of attaining fullness.

Jesus crucified, yes, is the embodiment of the self-fulfillment that God wishes us to have. That is why the one lifted up, the one who, suffering, learns obedience, draws everyone to himself. That is to say, he becomes the glorious leader and perfecter of the fullness that God expects of everyone.

It is all about the fruitfulness, of course, of the grain of wheat that falls to the ground and dies. This fruitfulness, this fullness, is the self-fulfillment that springs from living and dying for others, not for ourselves. From living and dying because of the kingdom of God and his justice.

And this new living and dying means the coming of the new covenant. With the new covenant, Jews and Samaritans, Greeks and Gentiles of every race and nation worship God truly. They serve the poor, and they do not let this greedy and unjust world defile them. And they fast genuinely by fighting for justice and sharing their possessions with the needy.

Lord Jesus, make everyone, all of us, live and die for others. We bless the same cup and break the same bread, and we contemplate you on the cross. In doing so, may we remember that we live in you by your death and die in you by your life (SV.EN I:276).


18 March 2018

Fifth Sunday of Lent (B)

Jer 31, 31-34; Heb 5, 7-9; Jn 12, 20-33


VERSIÓN ESPAÑOLA

Todos nosotros, seamos de la nación que sea

Elevado sobre la tierra, Jesús atrae a todos hacia sí. Nos quiere a todos nosotros muriendo con él en la cruz, para que tengamos vida eterna.

Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que buscamos todos la autorrealización. Quizás no podemos definirla ni especificar los medios propios para su consecución. Pero, sí, nos esforzamos todos por alcanzarla.

Por eso, nos entrenamos, nos empeñamos en tener una buena carrera o nos comprometemos a un negocio, trabajo o proyecto. Y tomamos nuestros logros al respecto como indicación de la autorrealización.

Pero pese a todos nuestros éxitos, y la felicidad que nos traen, aún sentimos que algo nos falta. Por lo visto, ninguna experiencia humana de alegría, éxito, seguridad o bienestar puede darnos plenitud.

Es que tal experiencia se manifiesta muy limitada. Ella nos resulta bien pasajera; fácilmente la disipan nuestras miserias y fracasos. Así pues, acabamos deseando algo más de lo que tenemos. Por último, realmente, inquietos y descontentos permanecemos hasta que descansemos contentos en Dios (Confesiones I, 1, 1).

Solo Dios nos basta a todos y a cada uno de nosotros.

Dios es el único que puede dar cumplimiento al deseo que todos abrigamos, consciente o inconscientemente, en el fondo de nuestro ser. Y nos revela, mediante el que lo dar a conocer, los propios medios para la consecución de la plenitud.

Jesús crucificado, sí, es la revelación en persona de la autorrealización que desea Dios para nosotros. Por eso, el levantado en alto, el que aprende, sufriendo, a obedecer, atrae a todos hacia sí. Es decir, se constituye el Iniciador y Consumador glorioso de la plenitud que se espera de todos.

Se trata, desde luego, de la fecundidad del grano del trigo que cae en tierra y muere. Significa esa fecundidad, esa plenitud, la plena autorrealización que brota del vivir y morir para los demás, no para nosotros mismos. Del vivir y morir por causa del reino de Dios y su justicia.

Y ese nuevo vivir y morir quiere decir la venida de la nueva alianza. Con la nueva alianza, judíos y samaritanos, griegos y gentes de toda raza y nación, dan culto verdadero a Dios. Sirven a los pobres, y no se manchan las manos con este mundo codicioso e injusto. Y ayunan auténticamente, luchando por la justicia y compartiendo sus posesiones con los necesitados.

Señor Jesús, haz que, todos vivamos y muramos unos para otros. Bendecimos el mismo cáliz y partimos el mismo pan, y te contemplamos en la cruz. Haciendo esto, que nos acordemos de que vivimos en ti por tu muerte y que morimos en ti por tu vida (SV.ES I:320).


18 Marzo 2018

Domingo 5º de Cuaresma (B)

Jer 31, 31-34; Heb 5, 7-9; Jn 12, 20-33