Fifth Sunday of Easter, Year A-2014

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To offer spiritual sacrifices (1 Pt 2, 5)

The supper Jesus has eagerly desired to eat with his own before his passion is a pledge of fellowship there where Master and disciples will share the fresh bread and the new wine of the fully established kingdom.

At the last supper, Jesus shows—in so shocking a manner that Peter refuses to participate—his love and service to the end. He also announces Judas’ betrayal and Peter’s denial. He makes it clear that the time has come for him to pass from the world to the Father.

The atmosphere cannot but be somber and disturbing. Hence, Jesus tells his followers, “Do not let your hearts be troubled.” Later on he will reassure them with his gift of peace: “Peace I leave with you; my peace I give to you. Not as the world gives do I give it to you. Do not let your hearts be troubled or afraid.”

It distresses us to notice that religion, as we have known it, is disappearing, along with the culture characterized as Christian. Sometimes those of us who live in a pluralist society feel we are being so attacked by secular elements that are bent on curtailing our religious freedom that we end up trivializing, without being aware of it, the suffering of those who are really persecuted in many parts of the world. Not satisfied with a self-defensive stance, we even become culture warriors who are ready to launch a counterattack.

But we are commanded to put the sword into its scabbard. Also, the beatitudes affords as guaranteed protection only extreme poverty, which means absolute faith and complete trust in the Father and his means. And since the Father, whom no one has ever seen, is in the only Son, we have to believe and trust also in Jesus. He assures us that he is the way, the truth and the life, and that whoever sees him, sees the Father.

So then, the only thing we have to do lest we stray from the way of truth and life is to take Jesus’ path of self-sacrificing service. To be assured of the vision of God, it is enough for us to keep our eyes fixed on Jesus. In this way also, we who are “a chosen race, a royal priesthood, a holy nation, a people of his own,” give God the pure worship, consisting in attending to the needy, without any discrimination, and in not accommodating worldly securities.

Indeed, one devoted to the Word, announcing saving deeds, wondrous and attributable to the Lord alone, and remembering them, does everything possible so that harmony may reign and no poor person may be neglected and lose faith and trust in Jesus. The true disciple—St. Vincent de Paul was one—knows Jesus so much by faith that he knows “to leave God for God” and perform enlightening deeds.


VERSIÓN ESPAÑOLA

5º Domingo de Pascua A-2014

Para ofrecer sacrificios espirituales (1 Pe 2, 5)

La cena que muchísimo ha deseado comer Jesús con los suyos antes de su pasión es prenda de la convivencia eterna allí donde el Maestro y los discípulos compartirán gozosos el pan tierno y el vino nuevo del reino plenamente establecido.

Durante la última cena Jesús muestra—de modo tan escandaloso que Pedro rehúsa participar—su amor y su servicio hasta el extremo. También anuncia tanto la traición de Judas como la negación de Pedro. Deja claro que ha llegado la hora de su tránsito del mundo al Padre.

El ambiente no puede ser sino sombrío y perturbador. Por eso, consuela Jesús a sus seguidores: «Que no tiemble vuestro corazón». Más adelante los tranquilizará con el don de paz: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».

Nos desconsuela a no pocos de nosotros notar que la religión, tal cual la hemos conocido, se está desaparenciendo, junto con la cultura calificada de cristiana. A veces los que vivimos en una sociedad pluralista nos sentimos tan atacados por elementos seculares, empeñados en cercenar nuestra libertad religiosa, que acabamos, sin darnos cuenta, trivializando los sufrimientos de los realmente perseguidos en muchas partes del mundo. No contentos con una postura autodefensiva, incluso nos hacemos guerreros culturales, listos para lanzar una contraofensiva.

Pero se nos manda a meter la espada en la vaina. También las bienaventuranzas ofrecen como protección garantizada solo la extrema pobreza que significa fe absoluta y confianza completa en el Padre y sus medios. Y como el Padre, a quien nadie jamás ha visto, está en el Hijo único y él en el Padre, en Jesús tenemos que creer también y confiar. Nos asegura que él es el camino y la verdad y la vida, y que quien lo ve, ve al Padre.

Así que lo único que hemos de hacer para no apartarnos del camino de la verdad y la vida es andar por el camino de servicio abnegado de Jesús. Para tener asegurada la visión de Dios, nos basta con tener los ojos fijos en Jesús. De este modo también los que somos «una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios», le damos el culto puro, consistiendo en atender a los necesitados, sin ninguna discriminación, y en no acomodarnos a las seguridades mundanas.

De verdad, el dedicado a la Palabra, proclamando hazañas salvadoras y atribuibles solo al Señor, y haciendo memoria de ellas, hace todo lo posible para que reine la armonía y para que ningún pobre se desatienda y pierda la fe y la confianza en Jesús. El verdadero discípulo—lo fue san Vicente de Paúl—tanto conoce a Jesús por la fe que sabe «dejar a Dios por Dios» y hacer obras alumbradoras.