Eleventh Sunday in Ordinary Time, Year B-2012

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Keeping our eyes fixed on Jesus, the leader and perfecter of faith (Heb. 12:2—NABRE)

Jesus teaches that the kingdom of God starts very small but becomes very big in the end. Inaugurated by him through his ministry of preaching and healing, the kingdom develops in its due time until it is fully established. Such fullness will be attained when the same Jesus returns and when all nations appear before his judgment seat, so that he may determine definitively who will inherit the kingdom.

From the human point of view, of course, there is a great distance between the beginning of the kingdom and its full establishment. Awaiting us, the Church, the people of God and the kingdom of Christ now present in mystery [1], is a long and difficult pilgrimage toward the lasting city that is to come (Heb. 13:14).

And due to life’s shadows, we can easily lose sight of its lights, just as the persecutions of the world may hide from us the consolations of God [2]. Perhaps we are so focused on the smallness of the beginning of the Church or the kingdom that we hardly notice its universal or catholic character.

But really we cannot, as Church, lock ourselves up for fear of persecutors or critics or for any hardship. We are not allowed to think of ourselves as a sect or “a remnant church—small and pure church that sees itself often in opposition to the world around it” [3]. The justification for retreat is always prayer, accompanied by reflection in preparation for the mission of making disciples of all nations.

Reflecting, we are going to challenge our orthodoxy to see if it only validates our ideology that contributes to our gain but not to the building-up of the Church. We shall ask ourselves which does more for the building-up of the Church: the meekness, on the one hand, that is similar to St. Francis of Assisi’s whose love knew no “against” and admitted of no boundaries [4] or, on the other hand, the holy indignation of a bishop who—in reference to the federal health insurance mandate that requires most employers to provide coverage for contraception and sterilization—compared President Obama to Hitler and of a pastor whom I heard suggest last week in his homily that should we not resist Obama now, there would be a risk of churches being closed as they were in Mexico?

We shall reflect also on whether we have let ourselves be deceived by false prophets as were those leaders who did not heed Prophet Ezekiel. Rejecting the prophetic utterance, they allied themselves with the Egyptians and rebelled against the Chaldeans. If, like them, we decide on the basis of knowing which side our bread is buttered, bending our hearts to gain and not to God’s precepts (Ps. 119:36), to the powerful, to political or ecclesiastical career, to the subjection of others, rather than to a more authentic Christianity that is closer to the Jesus of the Gospel, then it is to our benefit to renew our trust in God and to remember that God can do everything, notwithstanding what might have happened before [5].

Indeed, God does what he says, bringing low the high tree and lifting the lowly, turning sowing into reaping. It is he who guarantees the small mustard seed to grow unstoppably, albeit silently and mysteriously, into a large plant that is a welcome haven for the birds of the sky. He gives us the capacity to please him, whether we are at home or away. He makes possible our faithfulness in small things to blossom into faithfulness in greater things, as St. Vincent de Paul reminds us [6].

And the Lord disposes that the earthly bread and wine become for us, respectively, the bread of life and the drink for the spirit, since as pilgrims, like the prophet Elijah, we have yet a long journey to undertake (1 Kgs. 19:7).

NOTES:

[1] Lumen Gentium 3 and 9.
[2] Ibid., 8.
[3] Charles E. Curran, “Condemnation of ‘Just Love’ not a surprise in this day and age,” http://ncronline.org/news/condemnation-just-love-not-surprise-day-and-age (accessed June 10, 2012).
[4] Friedrich Heer, “Saint Francis: The Medieval Man and His Culture,” in Lawrence Cunningham (ed.), Brother Francis [Huntington, IN: Our Sunday Visitor, 1977] 36.
[5] Cf. http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/T-O/11B/Comentarios_1_lect.htm (accessed June 10, 2012).
[6] P. Coste XI, 385-389.


VERSIÓN ESPAÑOLA

11° Domingo de Tiempo Ordinario, Año B-2012

Fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe (Hb 12, 2)

Jesús enseña que el reino de Dios comienza muy pequeño pero al final se hace grande. Inaugurado por él mediante su ministerio de predicación y sanación, el reino se desarolla a su tiempo hasta que se establezca plenamente. La plenitud se realizará cuando vuelva el mismo Jesús y cuando ante su tribunal comparezcan todas las naciones para que se determine definitivamente a quiénes se les dará el reino por herencia.

Claro, desde el punto de vista humano, hay gran distancia entre el inicio del reino y su pleno establecimiento. A la Iglesia, el pueblo de Dios y el reino de Cristo presente actualmente en misterio, a nosotros nos espera una peregrinación larga y difícil hacia la ciudad futura y perenne.

Y por las sombras de la vida fácilmente podemos perder de vista sus luces, al igual que es posible que las persecuciones del mundo nos oculten los consuelos de Dios. Quizás nos centramos tanto en lo pequeño que es el comienzo de la Iglesia o del reino que apenas notamos su carácter universal o católico.

Pero realmente no podemos encerrarnos ni por miedo a perseguidores o críticos ni por ninguna dificultad. No se nos permite tomarnos por una secta o una iglesia remanente, pequeña y pura y en oposición al mundo hostil. La justificación del retiro es siempre la oración acompañada de refllexión en preparación para la misión de hacer discípulos de todos los pueblos.

Reflexionando, vamos a desafiar nuestra ortodoxia para averiguar si ésta sólo nos confirma en la ideología que contribuye a nuestros propios intereses pero no a la edificación de la Iglesia. Nos preguntaremos cuál hace más para la edificación de la Iglesia: ¿la mansedumbre afable, semejante a la de san Francisco de Asís, cuyo amor no conocía ningún enemigo ni admitía nada de fronteras, según Friedrich Heer, o la santa indignación de un obispo estadounidense que—con respecto al mandato de que todos los planes de seguros de salud incluyan cobertura para los anticonceptivos y medicinas que inducen el aborto y procedimientos de esterilización—vinculó al Presidente Obama con Hitler y de un párroco a quien oí indicar recientemente en su homilía que si no se le resistiere a Obama ahora, riesgo habría de que algún día se cerrasen las Iglesias en los EE.UU., como pasó en México?

Reflexionaremos también sobre si no nos dejamos engañar por profetas falsos, como aquellos líderes que no hicieron caso al profeta Ezequiel. Rechazando el pronunciamiento profético, se aliaron con los egipcios y se rebelaron contra los caldeos. Si nos arrimamos, como ellos, al sol que más calienta, inclinando nuestro corazón al interés más que a los preceptos de Dios, no a un cristianismo más auténtico y cercano al Jesús del Evangelio, sino al poder de turno, a la carrera política o eclesiástica, al tener sometidos a los demás, entonces nos conviene renovar nuestra confianza en Dios y acordarnos de que él lo puede todo, no obstante lo que que hubiera pasado antes.

Sí el Señor cumple lo que dice, humillando los árboles altos y ensalzando los pequeños, y llevando la siembra a la siega. Él es quien garantiza que la pequeña semilla de mostaza crezca, de manera imparable, sin bien callada y misteriosa, hasta llegar a ser el mayor de los arbustos, grato refugio para las aves del cielo. Él nos capacita para agradarle, en el destierro o en la patria. Él hace posible que la fidelidad en lo poco, como nos lo recuerda san Vicente de Paúl, llegue a ser fidelidad en lo mucho (XI, 269-272).

Y dispone el Señor que el pan y el vino terrenales sean para nosotros, respectivamente, pan celestial y bebida espiritual, pues, como al profeta Elías, a los peregrinantes nos resulta largo aún el camino.