Third Sunday of Lent, Year C-2022
- Guilt and Hope that We All Share
Jesus is the Good News of salvation. He calls us who have sinned—and no one of us is free of guilt—to return to God. So, there is hope for us.
In the face of evils, like war crimes, many wonder, “Where is God.” As though the guilt were his. Why does he allow them? Why does he not step in? In effect, the Creator who gifts us with free will gets cross-examined.
The questions seek to explain disastrous events. And a shallow explanation is that disasters are due to the guilt of the victim or of a parent.
It is not that those who tell Jesus about the sacrilegious murder of Galileans are looking for an explanation. In fact, the account makes no mention of motive. But the news only makes the Teacher question the shallow explanation. He does not even explain; he just teaches that all, Galileans and those living in Jerusalem, have to repent so as not to perish.
We were all born in guilt.
There is the teaching that all of us have left the right path, that there is no one that does what is right (Ps 14, 3; 53, 4). And our conscience tells us that such teaching is true.
For we look out only for our interests; we do not care for the good of the other. We want to use, or better, abuse the other. As though the other were an object of our pleasures and ambitions.
And these cravings come from the same greed that makes us slip. For we envy the wicked as we see them fare well (Ps 73). And when our ambitions get nowhere, we end up in quarrels, fights and even wars (Jas 4, 1-5).
Yes, our guilt destroys and wears away ourselves, our neighbor, the good and well-being of society. And due to the weakness, “remnants of sin,” that guilt, like illness, yields, human nature falls more easily.
We share guilt and also hope.
We are all sinners. But there is yet hope for us to be just by God’s grace through Jesus Christ’s redemption (Rom 3,23-24). The latter is the gardener who strives to make the fig tree bear fruit.
That is why he is one with us; he becomes like us in every way but guilt. So, he takes up our pain and bears our suffering. And though he does not know sin, he is crushed for our sins. The one who embodies the mercy of God, who hears the cry of the poor, carries our guilt. For we are stray sheep. And Jesus consummates such mercy on the cross, and we recall it in the Eucharist.
Needless to say, this mercy that makes for oneness lifts us up and saves us. God is with us. But “where are we?”
Hence, we are to welcome mercy and drink it from the rock that is Christ. And if we store it in the heart, we will bear the fruit God seeks. And we will get to do our part to make human nature strong. Besides, it will be said of us that we live in Jesus Christ by his death and we die in Jesus Christ by his life (SV.EN I:276).
Lord Jesus, blot out all our guilt. Forgive us for failing to see and help you in those who are poor.
20 March 2022
Third Sunday of Lent (C)
Ex 3, 1-8a. 13-15; 1 Cor 10, 1-6. 10-12; Lk 13, 1-9
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Culpa y esperanza las tenemos todos
Jesús es la Buena Nueva de salvación. Nos llama él a que nos convirtamos los que hemos pecado todos por nuestra culpa. Así se nos da esperanza.
Al enfrentarse con males, cual los crímenes en las guerras, muchos se preguntan: «¿Dónde está Dios?». Como si él tuviera la culpa. ¿Por qué los permite él? ¿Por qué no interviene? En efecto, se le interroga al Creador que nos dota a los hombres de libre albedrío.
Las preguntas dan a entender que se busca explicar los desastres que ocurren. Y una exlicación fácil es: un desastre se debe a una culpa de la víctima o de su padre o madre.
No es que busquen una exlicación los que le traen a Jesús la noticia del asesinato sacrílego de unos galileos. De hecho, nada se cuenta de la razón de la noticia. Pero el que la recibe pone en cuestión la explicación fácil. Hasta pasa por alto él toda explicación. Le basta con decir que todos, los galileos y los de Jerusalén, se tienen que convertir para que no perezcan.
En la culpa nacimos todos.
Se nos enseña que nos extraviamos todos, que no hay uno que obre bien (Sal 14, 3; 53, 4). Y nuestra conciencia nos dice que es veraz tal enseñanza.
Pues nos encerramos en nuestros intereses; no nos preocupamos del bien de la otra persona. Solo la queremos usar o, mejor dicho, queremos abusar de ella, como si fuese objeto de nuestros placeres y ambiciones.
Y estas pasiones nacen de la misma codicia por la que caemos. Es que envidiamos a los malos que prosperan (Sal 73). Y al no lograr lo que ambicionamos, terminamos en las luchas, las contiendas y aun las guerras (Stg 4, 1-5).
Nuestra culpa, sí, destroza y desgasta a nosotros mismos, al prójimo, el bien y el bienestar de la sociedad. Y como nuestra culpa, al igual que una enfermedad (véase reliquia, núm. 7), nos deja débiles a los hombres, se nos predispone a caer.
Tenemos todos la culpa, pero no desesperamos.
Hemos pecado todos, pero nos queda la esperanza de ser justos por la gracia de Dios, por medio de la redención de Jesucristo (Rom 3, 23-24). Éste es el viñador que todo lo hace para que dé higos la higuera estéril.
Es por eso que es solidario con los hombres; se hace igual que nosotros en todo, menos en la culpa. Carga él con nuestros males y soporta nuestros dolores. Y aunque no conoce pecado, se deja triturar por nuestros pecados. Toda culpa de nosotros, extraviados todos cual ovejas, la carga, sí, el que es en persona la compasión de Dios que oye los gritos de los pobres. Y esa compasión se consuma en la cruz y se recuerda en la Eucaristía.
Está de más decir que tal compasión es lo que nos alienta y nos salva. Dios está con nosotros. Pero, «¿dónde estamos nosotros?»
Nos toca, por lo tanto, acoger la compasión y beberla de la roca que es Cristo. Y si la atesoramos en el corazón, daremos fruto que busca Dios. También contribuiremos a que se haga fuerte la humanidad. Y se dirá de nosotros que de verdad vivimos en Jesucristo por su muerte y morimos en Jesucristo por su vida (SV.ES I:320).
Señor Jesús, borra en nosotros toda culpa. Perdónanos por haber ignorado tu presencia en los pobres y por no haberte atendido a ti en ellos.
20 Marzo 2022
3º Domingo de Cuaresma (C)
Éx 3, 1-8a. 13-15; 1 Cor 10, 1-6. 10-12; Lc 13, 1-9