Second Sunday of Lent, Year A-2020

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Touch and Lift Up Those Who Are Afraid

Jesus is close to those who are afraid. So, he can readily touch them to set them free from all their fears and worries.

Jesus takes with him Peter, James and John to go to a high mountain by themselves. And it is not that their works touch or move him to choose them. It is all due, rather, to the plan and grace of God.

And grace is even more necessary and should increase here, for it runs into stumbling blocks (see Rom 5, 20). Peter, after all, showed not too long ago the need to change his way of thinking. And James and John, too, will later leave no room for doubt that they are after their own interests. Does not Jesus choose these three, then, because they need God’s grace and healing touch the most?

But even after catching a glimpse of Jesus’ glory, Peter, James and John keep thinking as human beings do. First, they give themselves away as people who look for what is in it for them. In the words of Peter, “Lord, it is good for us to be here.”

Secondly, the three betray their lack of understanding. For they put Jesus on the same footing as Moses and Elijah. They forget that he is the fulfillment of the law and the prophets. It is enough, then, that they listen to him.

Moreover, Peter, James and John have yet to overcome their fears and worries. The thought of Jesus as the Suffering Servant, rather than the conquering Messiah, surely keeps bothering Peter and the others. They fear, of course, for his life and safety. But they also worry about what would happen should he not be the Messiah that they hope for. Would not their leaving everything behind to follow him be for naught? And now they are afraid that they will die as they witness a theophany.

Jesus comes to touch those who are afraid.

Jesus approaches Peter, James and John to touch them. He reassures them, saying, “Rise and do not be afraid.” And they see only Jesus who tells them not to tell anyone what they have just seen.

So, it is not the time to see the lasting glory of the Son of Man. It is time, rather, to follow him on the way of serving, suffering and dying for others. In other words, we are, by the grace of God, called to take the only way that leads to glory. Yes, glory lies in shame, transfiguration in disfigurement, fullness in self-emptying. To live means to give up our bodies and to pour out our blood for others. To reach fulfillment is to reach out to others, to touch and lift them up.

Lord Jesus, your teaching and your example show that one can hardly do any good without conflict (see SV.EN I:75). So, touch us and give us the strength to bear our share in the hardship for the Gospel. And make us put the spread of the Kingdom ahead of our own interests (see SV.EN III:527).


8 March 2020

Second Sunday of Lent (A)

Gen 12, 1-4; 2 Tim 1, 8b-10; Mt 17, 1-9


VERSIÓN ESPAÑOLA

Tocar y levantar a los que tienen miedo

Jesús está cerca de los que tienen miedo. Por eso, fácilmente los puede tocar para levantarlos y librarlos de todos sus temores y ansias.

Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y sube con ellos aparte a un alto monte. Y no es que las obras de ellos logren conmover a Jesús, o tocar su corazón. La elección de estos tres es, más bien, según el designio y la gracia de Dios.

Y la gracia es aún más necesaria y ha de sobreabundar en esta ocasión porque se presentan piedras de tropiezo (véase Rom 5, 20). Después de todo, hace poco que Pedro se mostró con necesidad de cambiar su modo de pensar. Y más adelante Santiago y Juan, por su parte, no dejarán lugar a dudas de que buscan ellos sus intereses. ¿Acaso no elige, entonces, Jesús a estos tres porque necesitan más que nadie la gracia de Dios? ¿No les es necesario que Dios les vaya a tocar para sanarlos?

Pero aun después de vislumbrar la gloria de Jesús, Pedro, Santiago y Juan sigue pensando como los hombres. En primer lugar, se descubren como personas que se buscan algún provecho. Dice, pues, Pedro: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!».

En segundo lugar, demuestran los tres su falta de comprensión. Pues ponen a Jesús en el mismo plano que Moisés y Elías. Se olvidan de que Jesús da plenitud a la ley y los profetas. Por eso, les basta con escuchar a Jesús.

Pedro, Santiago y Juan, además, tienen que superar sus temores y ansias todavía. Les sigue molestando seguramente que Jesús sea el Siervo Sufriente, no el Mesías vencedor. Temen, desde luego, por la vida y la seguridad de él. Pero se preocupan también de sí mismos. ¿Qué sería de ellos si no fuera Jesús el Mesías de sus expectativas? ¿No sería en vano el haberlo dejado ellos todo para seguirle? Y ahora temen que mueran presenciando una teofanía.

Está cerca Jesús de los temorosos y los quiere tocar.

Se acerca Jesús a Pedro, Santiago y Juan para que los pueda tocar. Los tranquiliza, diciéndoles: «Levantaos, no temáis». Y luego no ven a nadie más que a Jesús, quien les manda no decir nada a nadie de la visión.

Así que no es hora de ver la gloria perdurable del Hijo del Hombre. Es hora, más bien, de seguirle por el camino de servicio, sufrimiento y muerte por los demás. En otras palabras, nuestra vocación según la gracia de Dios es emprender el único camino que lleva a la gloria. Sí, la gloria está en la ignominia, la transfiguración en la desfiguración, la plenitud en el vaciamiento. Vivir significa entregar el cuerpo y derramar la sangre por los demás. Llegar a la autorrealización es acercarnos a los demás, para que los podamos tocar y levantar.

Señor Jesús, demuestran tu enseñanza y tu ejemplo que difícilmente se puede hacer algún bien sin contrariedades (véase SV.ES I:143). Acércate para que nos pueda tocar y fortalecer. Así tomaremos parte en los padecimientos por el Evangelio. Y haz que antepongamos la difusión del Reino a nuestros intereses (véase SV.EN III:488-489).


8 Marzo 2020

Domingo 2º de Cuaresma (A)

Gén 12, 1-4; 2 Tim 1, 8b-10; Mt 17, 1-9