Third Sunday of Lent, Year B-2018

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Temple Means Basically “God-With-Us”

Jesus is the only temple that matters. He is “God-with-us,” the fullest presence of God among human beings.

Jesus feels outrage when he finds in the temple area sellers of animals and money-changers. They probably think they foster worship of God. But Jesus apparently sees them as backers of worship of money; he drives them all out.

So then, he cleanses the temple, nay, he gets rid of it. That is because he replies to those who demand signs, “Destroy this temple and in three days I will raise it up.”

The sign that Jesus gives is that of the resurrection. This is clear from the explanation that he is speaking about the temple of his body. And, of course, we are to understand better than his questioners do, so that we may believe in him.

Yes, Jesus replaces the temple. He is the one that guarantees the unfailing presence of God among us. After all, he is “God-with-us,” the Word made flesh who dwells among us. And rising up after the authorities have destroyed him, with his Father, he becomes, in his very humanity, the true temple.

But do we truly believe in him? Do we really acknowledge him as the new temple?

Christians prove themselves by keeping their eyes on Jesus. He is the center of their religion. Accordingly, devotional practices and ceremonies do not make them lose sight of Jesus (see SV.EN I:80-81). Nor do they allow the words of Jesus and the commandments of God to get lost among doctrines and traditions (see EG 35).

Authentic Christians recognize also that the temple of God is not compatible with idols. And, surely, greed, selfishness or worrying about security and well-being makes idols of not a few things. True disciples guard themselves, yes, against the root of all evil.

And who are the believers in Jesus to whom he would trust himself? They are those who catch the loving solidarity of the one whose name is Emmanuel. So, thankful to the one who looks upon their weakness and turns it into strength, they follow his example. That is to say, they do for others what he does for them; they welcome others, especially the poor. In that way, their celebration of the Lord’s Supper, their proclamation of his death until he comes, becomes praiseworthy.

“God-with-us,” bring us one day to the new Jerusalem, where the temple is the Lord God almighty and you, the Lamb.


4 Mach 2018

Third Sunday of Lent (B)

Ex 20, 1-17; 1 Cor 1, 22-25; Jn 2, 13-25


VERSIÓN ESPAÑOLA

Templo significa básicamente «Dios-con-nosotros»

Jesús es el único templo que importa. Él es «Dios-con-nosotros», la presencia más plena de Dios entre los hombres.

Se indigna Jesús al encontrar en el templo a los vendedores de animales y a los cambistas de dinero. Probablemente piensen éstos que promueven el culto a Dios. Pero Jesús, por lo visto, los toma por promotores del culto al dinero; los echa a todos ellos.

Así que purifica él el templo, o mejor dicho, lo suprime. Es que contesta a los judíos que exigen signos: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».

El signo que da Jesús es el de la resurrección. Esto lo deja claro la explicación de que él habla del templo de su cuerpo. Y se espera de nosotros, desde luego, que comprendamos mejor que los interrogadores y creamos en él.

Jesús, sí, toma el lugar del templo. Él es quien garantiza la presencia constante de Dios en medio de nosotros. Después de todo, él es «Dios-con-nosotros», el Verbo hecho carne que habita entre nosotros. Y resucitado, después de ser destruido por las autoridades, con su Padre, Jesús queda constituido, en su misma humanidad, el templo verdadero.

Pero, ¿creemos en Jesús de verdad? ¿Lo reconocemos realmente como el nuevo templo?

Los cristianos se acreditan por su concentración en Jesús. Él es el corazón de su observancia religiosa. Por tanto, no los hacen perder de vista a Jesús las prácticas y ceremonias devocionales (véase SV. ES I:149). Tampoco permiten que las palabras de Jesús y los mandamientos de Dios se pierdan entre doctrinas y tradiciones (véase EG 35).

Los cristianos auténticos reconocen también que el templo de Dios no es compatible con los ídolos. Y de no pocas cosas, seguramente, fabrica ídolos nuestra codicia, nuestra actitud egoísta, nuestra preocupación por nuestra seguridad, nuestro bienestar. Los verdaderos discípulos se guardan, sí, de la raíz de todos los males.

Y, ¿quiénes son los creyentes en Jesús con quienes él se confía? Son los que se contagian del amor solidario del que se llama Emmanuel. Dándole gracias, pues, al que mira su debilidad y la convierte en fuerza, siguen el ejemplo que él les da. Es decir, hacen lo que él hace con ellos; acogen a los demás, a los pobres especialmente. Así resulta loable su celebración de la Cena del Señor, su proclamación de la muerte del Señor hasta que él venga.

«Dios-con-nosotros», llévanos un día a la nueva Jerusalén, donde el templo es el Señor Dios todopoderoso y tú, el Cordero.


4 Marzo 2018

Domingo 3º de Cuaresma (B)

Ex 20, 1-17; 1 Cor 1, 22-25; Jn 2, 13-25