Second Sunday in Ordinary Time, Year B-2018
- Lamb of God who Takes away the Sins of the World
Jesus is the Lamb of God who takes away the sins of the world. Happy are those who, accepting his invitation, enter into communion with him.
Once again, John the Baptist announces that Jesus is the Lamb of God. Because of this second announcement, two disciples of John take interest in Jesus and they follow him. Later, they have communion with him.
The image of the lamb sends us back to the lamb that the Hebrews slaughter and eat the night of their departure from Egypt. They sprinkle the blood of the lamb on the lintel and doorpost of their houses. And the blood is a mark, so that the Lord may save them from the destructive plague.
The same image refers also the Servant who submits, though harshly treated, and opens not his mouth. He is silent like a lamb led to the slaughter.
So then, there is indication that salvation really lies in Jesus. He embodies freedom. He is the Suffering Servant who justifies many because he bears their guilt. Surrendering himself to death and counting himself among the wicked, Jesus takes away the sins of many. And he wins forgiveness for their sins.
There is indication likewise of what it means to follow the Lamb and become intimate with him.
After hearing the invitation, “Come, and you will see,” the two disciples of John go and see where Jesus is staying. And they stay with him, which happens at about four in the afternoon. This is the same hour when, on the first evening of the Passover, lambs for the Passover meal are sacrificed.
There is suggestion, then, that Christian discipleship leads to the cross. It is sharing in the sacrifice of Christ, our paschal lamb—they do not break any of his bones (Jn 19, 36; Ex 12, 46). The cross is where Jesus stays and where we Christians know him intimately. There is no better place where we can be, then, than at the foot of the cross (SV.EN I:155).
And happy are those who attain communion with Christ, those who become one Spirit with him. They get to know a new life of justice and mercy that is fuller and worthier of human beings. They change in such a way that they get new names. And they spread the word they hear and, in that way, they help others get better.
Lamb of God, you take away the sins of the world, have mercy on us and give us peace.
14 January 2018
2nd Sunday in O.T. (B)
1 Sam 3, 3b-10. 19; 1 Cor 6, 13c-15a. 17-20; Jn 1, 35-42
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Cordero de Dios que quita el pecado del mundo
Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los que, aceptando su invitación, entran en comunión con él.
Una vez más, proclama Juan Bautista que Jesús es el Cordero de Dios. Debido a esta segunda proclamación, dos discípulos de Juan se interesan en Jesús y le siguen. Y logran luego tener comunión con él.
La imagen del cordero remite al cordero que se degüella y se come la noche de la salida de Egipto. Con la sangre del cordero rocían los hebreos las jambas y el dintel de las puertas de sus casas. Y la sangre sirve de señal, para que los hebreos se salven de la plaga exterminadora.
La misma imagen se refiere también al Siervo que maltratado se humilla y no abre la boca. Este siervo queda enmudecido cual cordero llevado al matadero.
Así que se nos da a entender que en Jesús está realmente la salvación. Representa él la liberación. Él es el Siervo Sufriente que justifica a muchos porque carga con los crímenes de ellos. Exponiendo su vida a la muerte y contado entre los pecadores, toma Jesús el pecado de muchos. E intercede por los pecadores.
Igualmente se nos da a entender qué significa seguir al Cordero y ser admitido en su intimidad.
Luego de oír la invitación: «Venid y lo veréis», los dos discípulos de Juan van y ven donde vive Jesús. Y se quedan con él, lo que ocurre a eso de las cuatro de la tarde. Es la misma hora en que se inmolan, en la primera noche de la Pascua judía, los corderos para la cena pascual.
Se nos sugiere, pues, que el discipulado cristiano lleva a la cruz. Es participar en el sacrificio de Cristo, nuestra víctima pascual, al cual no le quebran un hueso (Jn 19, 36; Ex 12, 46). El lugar donde vive Jesús y donde lo conocen íntimamente sus seguidores es la cruz. Así que el mejor lugar donde podemos estar los cristianos es al pie de la cruz (SV.ES I:206).
Y dichosos los admitidos en la comunión con Cristo, los que son un espíritu con él. Llegan a conocer una vida nueva de justicia y misericordia, más plena y digna de los hombres. Se transforman hasta el punto de recibir nombres nuevos. Y contagian con la palabra que escuchan a cuantos se relacionan con ellos. Contribuyen así a la transformación de los demás.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros y danos la paz.
14 Enero 2018
2º Domingo de T.O. (B)
1 Sam 3, 3b-10. 19; 1 Cor 6, 13c-15a. 17-20; Jn 1, 35-42