Trinity Sunday, Year A-2017
- Communion and love and grace for us
Through the grace of our Lord Jesus Christ, God reveals his love to us. He wants us to enjoy the communion of the Holy Spirit.
Grace is ours through Moses. Grace, on the other hand, comes to us through Jesus Christ. God gives him to the world, so that we may have eternal life. Jesus is the eternal Word. That is why he is the fulfillment of the commandments. And dwelling among us, he offers us communion with God.
As he becomes flesh and lives with us, the Son of God, although rich, becomes poor. The reason for this grace of Jesus Christ is to enrich us through his poverty. We get a reminder of this grace we know, so that we may stay generous and in communion with others.
Yes, Jesus wants us to have his grace, giving cheerfully despite our poverty. Moreover, our merciful God dwells only in those who are merciful. The love of God, sure, and the love of neighbor are not the same. But both loves are one unbreakable love and they make up the greatest commandment. More, according to St. Paul, to love the neighbor as ourselves is to fulfill the whole law.
To love our neighbor so is to have, besides, a living and working faith. It is not enough for this faith to say to the naked and hungry, “Go in peace, keep warm, and eat well.”
That is why it is not enough for us either to receive communion, if any brother or sister goes hungry. Otherwise, we would eat and drink judgment on ourselves. Nor is it enough for us to love God if our neighbor does not love him (SV.EN XII:215).
Grant us, oh God, your love and the communion of the Holy Spirit. In that way, we will truly know and taste the grace of our Lord Jesus Christ.
11 June 2017
Most Holy Trinity (A)
Ex 34, 4b-6. 8-9; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3, 16-18
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Comunión y amor y gracia para nosotros
Por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, nos revela Dios su amor. Nos quiere disfrutando de la comunión del Espíritu Santo.
La ley se dio por medio de Moisés. La gracia, por otra parte, nos ha llegado por medio de Jesucristo, entregado al mundo para que tengamos vida eterna. Jesús es el Verbo eterno. Por eso, él es la penitud de los mandamientos. Y acampado entre nosotros, el Verbo nos ofrece la comunión con Dios.
Al encarnarse y vivir con nosotros, el Hijo de Dios, aunque rico, se hace pobre. El motivo de esa gracia de Jesucristo es enriquecernos por la pobreza de Jesucristo. Y se nos recuerda esa gracia conocida, para que vivamos generosos y en comunión con los demás.
Quiere Jesús, sí, que poseamos su gracia, alegremente dadivosos aun en nuestra pobreza. Además, Dios misericordioso puede morar solo en los compasivos.
Cierto, amar a Dios y amar al prójimo no son lo mismo. Pero ambos amores son un amor indivisible, y constituyen el mandamiento principal de la ley. Más aún, amar al prójimo como a nosotros mismos, de acuerdo con san Pablo, es cumplir la ley entera.
Amar así al prójimo, es tener, además, una fe viva y obradora. No le basta a esta fe con decir a los desnudos y hambrientos: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago».
Es por eso que se nos hace claro también que no nos basta recibir la comunión, si pasa hambre algún hermano o hermana. De lo contrario, comeremos y beberemos nuestra condena. Tampoco nos basta con amar a Dios, si no lo ama nuestro prójimo (SV.ES XI:553).
Concedénos, oh Dios, tu amor y la comunión del Espíritu Santo. Así conoceremos y gustaremos, de verdad, la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
11 Junio 2017
Santísima Trinidad (A)
Ex 34, 4b-6. 8-9; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3, 16-18