Sixth Sunday of Easter, Year A-2017
- Spirit of Signs, Life and Truth
At the request of Jesus, God gives the Holy Spirit to those who love Jesus.
First, the Spirit remains with those who prove they love Jesus by keeping his commandments. As the presence of the Ascended one who has become the Giver of gifts, the Spirit equips believers for greater works.
Yes, those clothed with the Spirit do greater works. The signs they do amaze others. These, then, accept the word of God. Afterwards, they receive the Spirit, through the prayerful laying of hands, and become witnesses of Jesus.
The Spirit, secondly, brings to life those who are dead to sin. They receive him so that they may rise with the one who died for sins.
Thirdly, the Spirit is the Advocate who guides the disciples to all truth. He teaches them the answer to people of good will who ask them to give a reason for their hope. Likewise, he instructs the persecuted because of their faith. With the Spirit comforting them, they do not worry beforehand about what to say or do.
Indeed, such is the Spirit, and such are those who clothe themselves with him, which begs a few questions.
Do our words and works reveal the Spirit? Do we point to Jesus, fixing our gaze on him, breathing his breath in and out?
St. Vincent de Paul was like that. His being centered in Christ shows in the advices he gave. He reminded Father Portail, “We live in Jesus Christ by the death of Jesus Christ …” (SV.EN I:276). And he told Father Durand, “You must empty yourself of self in order to clothe yourself with Jesus Christ” (SV.EN XI:311). Above all, his firm and admirable faith is evident. He spoke continually with God, with Jesus. Even while talking to other people, he kept interjecting: “Oh, my God!”; “Oh, Savior!”; “Blessed be God!” He did so without affectation; it was the spontaneity of a loving and faithful heart (see Delarue). Besides, with the light of faith, St. Vincent saw Christ in the poor.
Do we frame the scene so that it is most encompassing and penetrating? Are we like Philip? He did not let old biases, which kept Jews and Samaritans apart, carry him away. The complacent attitude, “We have always done it this way,” did not stop him either (EG 33).
And could it be that, focused on the right doctrine and strict religious practice, we fail to recognize the time of God’s visit?
Are we, partakers of the Lord’s Supper, creative, communing with him in the love that is infinitely creative (SV.EN XI:131)?
God, our Father, give us your Spirit so that, living as did Jesus, we may become his signs and his witnesses.
21 May 2017
6th Sunday of Easter (A)
Acts 8, 5-8. 14-17; 1 Pt 3, 15-18; Jn 14, 15-21
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Espíritu de signos, vida y verdad
A petición de Jesús, Dios da el Espíritu Santo a los que aman a Jesús.
En primer lugar, ese Espíritu permanece en cuantos se acreditan amantes de Jesús por guardar sus mandamientos. Como presencia del Subido al cielo y constituido Dador de dones, el Espíritu capacita a los creyentes para mayores obras.
Sí, los revestidos del Espíritu hacen signos que provocan admiración. Maravilladas por los signos que ven, las gentes aceptan la palabra de Dios. Luego, reciben ellas el Espíritu, mediante la imposición de las manos en oración, haciéndose, a su vez, testigos de Jesús.
El Espíritu Santo, en segundo lugar, devuelve la vida a los muertos al pecado. Lo reciben ellos para que resuciten con el que murió por los pecados.
En tercer lugar, el Espíritu es el defensor que guía a los discípulos hasta la verdad plena. Él les enseña a dar razón de su esperanza a los de buena voluntad. Igualmente, instruye él a los perseguidos a causa de su fe. Confortándoles el Espíritu, no se preocupan de antemano por lo que van a decir o hacer.
De verdad, así es el Espíritu, y así son los revestidos de él, lo cual plantea unas preguntas.
¿Manifiestan nuestras palabras y obras el Espíritu Santo? ¿Señalamos a Jesús, fijándonos en él, inhalando y exhalando su aliento?
Así era san Vicente de Paúl. Su cristocentrismo se nota en su consejos. Recordó al Padre Portail: «Vivimos en Jesucristo por la muerte de Jesucristo …» (SV.ES I:320). Al Padre Durand le dijo: «Debe vaciarse de sí mismo para revestirse de Jesucristo» (SV.ES XI:236). Sobre todo, es patente su fe firme y admirable. Hablaba con Dios, con Jesús, continuamente. Aun conversando con otras personas, iba insertando: «¡Oh, Dios mío!»; «¡Oh, Salvador!»; «¡Bendito sea Dios!». Esto lo hacía sin artificio; solo expresaba la espontaneidad de un corazón lleno de amor y fe (véase Delarue). Con la luz de la fe, además, veía san Vicente a Cristo en los pobres.
¿Ambientamos así la escena de modo que resulte muy abarcadora y penetrante? ¿Acaso somos como Felipe? Él no se dejó llevar por los viejos prejuicios por los que se apartaban los judíos y los samaritanos unos de otros. Tampoco lo detuvo el cómodo criterio del «siempre se ha hecho así» (EG 33).
Y, ¿será que, por concentrarnos en la doctrina ortodoxa y la práctica religiosa rigurosa, no reconozcamos las ocasiones de la visita divina?
¿Inventivos somos los partícipes de la Cena del Señor, comulgando con su amor infinitamente inventivo? (véase SV.ES XI:65).
Dios, nuestro Padre, danos tu Espíritu, para que, viviendo como Jesús, seamos sus signos y sus testigos.
21 Mayo 2017
6º Domingo de Pascua (A)
Hech 8, 5-8. 14-17; 1 Pt 3, 15-18; Jn 14, 15-21