Fourth Sunday in Ordinary Time, Year A-2017
- Free from all sin, all anxiety and worries
Jesus is the most eminent among those who, free from sin and anxiety, commit themselves to God and the neighbor.
Having Moses as mediator, God announced the commandments on Mount Sinai. But in this last days, God, speaking to us through his Son, also on a mountain, proclaims a New Charter. It is the definitive one, which will set us free.
Perhaps we protest like those who have believed in Jesus. But he replies, “Amen, amen, I say to you, everyone who commits sin is a slave of sin.”
So, even after leaving Egypt, the Israelites continue to be slaves. They were already free, surely, from Egyptian oppression by God’s mighty hand and outstretched arm. Yet they had second thoughts, showing thus that they hardly understood the importance of their liberation and the omnipotence of their Liberator.
They blamed Moses. And they rebuked him to his face, “Did we not tell you in Egypt, ‘Leave us alone. Let us serve the Egyptians.’” Hungry, they daydreamed, too, of sitting by their fleshpots and eating their fill of bread. In their thirst, they grumbled against Moses. They apparently did not want to be free.
But God did not leave the Israelites to their sorry state of misunderstanding and lack of desire to be free. He uttered the words of the commandments on Sinai. Hence, it becomes clear, in effect, what liberation consists in. To be free is to love God with our whole being and our neighbor as ourselves.
With the Sermon on the Mount, Jesus offers us a new way of keeping the law and the prophets more fully. He is the preeminent embodiment of this way.
Jesus is the poor who trusts in God absolutely. That is why he cannot but love God. He is the firstborn among the humble who seek the Lord and observe his law. Besides, he leads those God has chosen in order to shame the strong and the honorable. That is because Jesus is the least powerful and the most despised.
And he does not turn back in the face of opposition, persecution, insults and calumnies. Nor does he give up. Meek, merciful and simple, he seeks the kingdom of God and his righteousness and peace to the end, obedient to death on the cross.
And to encourage us to imitate him, Jesus has also left us a memorial of his wonderful work.
Grant, Lord, that I be a true Christian, not just a caricature of a Christian (SV.EN XII:222).
29 January 2017
4th Sunday in O.T. (A)
Zeph 2, 3; 3, 12-13; 1 Cor 1, 26-31; Mt 5, 1-12a
VERSIÓN ESPAÑOLA
- Libres de pecado y de todo agobio
Jesús es el preeminente de entre los que, libres de pecado y agobio, se entregan a Dios y al prójimo.
Teniendo a Moisés por mediador, Dios promulgó en el monte Sinaí los mandamientos. Pero en esta etapa final, hablándonos por su Hijo en una montaña también, Dios proclama un Nuevo Estatuto. Es el definitivo que nos hará libres.
Quizás protestamos como unos judíos creyentes en Jesús. Altercan ellos con él, calificándose de libres siempre. Dicen que, por ser ellos del linaje de Abrahán, nunca han sido esclavos de nadie. Les replica Jesús: «Os aseguro que quien peca es esclavo».
Aun después de salir de Egipto, permanecían esclavos todavía los israelitas. Se encontraban libres ya de la opresión egipcia por la mano poderosa y el brazo extendido del Señor. Pero tenían reservas, demostrando así que apenas comprendían la importancia de su liberación y la omnipotencia de su Libertador.
Acusaron a Moisés. Le echaron en cara: «¿No te decíamos ya en Egipto: “Déjanos en paz, y serviremos a los egipcios?”». Hambrientos, soñaron despiertos con sentarse junto a sus ollas de carne y comer pan hasta hartarse. También murmuraron sedientos contra Moisés. Reclamaban: «Por qué nos ha sacado de Egipto, ¿para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y al ganado?». Al parecer, no les gustaba ser libres.
Con todo, Dios no abandonó a los israelitas a su triste situación de imcomprensión y falta de deseo de verse libres. Pronunció en el monte Sinaí las palabras de los mandamientos. Y así se nos aclara efectivamente en qué consiste la liberación. Ser libres nosotros es amar a Dios con todo nuestro ser y al prójimo como a nosotros mismos.
Con el Sermón de la Montaña, Jesús nos propone una manera de guardar más plenamente la ley y los profetas. Él es la personificación preeminente de esa manera.
Jesús es el pobre que confía en absoluto en Dios. Por eso, no puede sino amar a Dios. Él es es el primogénito de entre los humildes que buscan al Señor y cumplen sus mandamientos. Lidera él a los elegidos por Dios para humillar a los fuertes y a los honorables. Es que Jesús es el menos poderoso y el más despreciable.
Él no se vuelve atrás ante oposiciones, persecuciones , insultos y calumnias. Ni se da por vencido. Sufrido, misericordioso y sencillo, busca el reino de Dios, su justicia y su paz hasta el fin, sometiéndose a una muerte de cruz.
Y para animarnos a imitarlo, Jesús nos deja una memoria de sus proezas.
Señor, concédenos ser cristianos de verdad, no solo en pintura (SV.ES XI:561).
29 Enero 2017
4º Domingo de T.O. (A)
Sof 2, 3; 3, 12-13; 1 Cor 1, 26-31; Mt 5, 1-12a