Baptism of the Lord, Year C-2016

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Solidarity with Jesus and neighbor

By being in solidarity with us, Jesus equips us for solidarity that will lead us to accept those we find difficult to accept.

All the people come to John to be baptized. In solidarity with them, Jesus, without knowing any sin, submits humbly and prayerfully to the “baptism of repentance for the forgiveness of sins.”

On being baptized, the one mightier than the Baptist reveals himself as divine solidarity with fragile humanity. It is not that he has not always been God’s solidarity with human beings: he is “God-with-us” from his conception; only that now he is so manifested for everybody to see.

So that everyone may know, Jesus is confirmed Son of God, of course, beloved, with whom God is well pleased. The confirmation refers back to Ps 2, 7, “You are my son,” and to angel Gabriel’s “Son of the Most High.” But “beloved” and “with you I am well pleased” also point to the Lord’s chosen Servant, with whom he is pleased.

Indeed, the Son is manifested also as the Suffering Servant who, in solidarity with those racked with pain and suffering, justifies us by bearing all our iniquities. The Servant is gentle and firm: he does not break a bruised reed; nor does he give up “until he establishes justice on the earth.”

By being made manifest as the Suffering Servant, Jesus, “equally gentle and firm,” to quote St. Vincent de Paul, gives us a glimpse of his future. Affirms Heb 5, 8-9: “Son though he was, he learned obedience from what he suffered; and when he was made perfect, he became the source of eternal salvation for those who obey him.”

If we who are baptized in Christ really obey like him, we are assured of salvation. But since God does not save us “merely as individuals, without bond or link between one another,” but rather as a people (LG 9), our baptism means incorporation not only into Christ but also into his community.

It goes without saying that just as Jesus’ baptism, along with his confirmation, means communion and solidarity, so also our baptism, along with our confirmation, means the same. We who are baptized with the baptism of the one who baptizes with the Holy Spirit and fire, endowed with the power to be sons of God and brothers and sister to one another, prove ourselves through our solidarity, especially with those who are preferred by Jesus—the excluded, the forgotten, those deemed of little value in the worldly kingdom.

Lord Jesus, model of exemplary solidarity, give us St. Vincent’s conviction that it is not enough for us to love God, if our neighbors do not love him (SV.FR XII:262).


January 10, 2016

Baptism of the Lord (C)

Is 42, 1-4. 6-7; Acts 10, 34-38; Lk 3, 15-16. 21-22


VERSIÓN ESPAÑOLA

Solidaridad con Jesús y el prójimo

Solidario con nosotros, Jesús nos capacita a los hombres para la solidaridad que nos lleve a aceptar a los difíciles de aceptar.

Viene a Juan todo el pueblo para bautizarse. En solidaridad con ellos, Jesús, sin conocer ninigún pecado, se somete humildemente y en oración al «bautismo de conversión para el perdón de los pecados».

Al bautizarse, el que puede más que el Bautista inicia a revelarse como la solidaridad divina con la humanidad frágil. No es que Jesús no haya sido siempre la solidaridad de Dios con los hombres: de su concepción es «Dios-con-nosotros»; solo que ahora se manifiesta así a la vista de todos.

Para que lo sepa todo el mundo, Jesús es confirmado, claro, Hijo de Dios, el amado, el predilecto. La confirmación remite a Sal 2, 7: «Tú eres mi hijo», y a «Hijo de Altísimo» del ángel Gabriel. Pero «amado» y «predilecto» señalan también al Siervo del Señor, elegido y preferido.

Sí, se manifiesta también el Hijo como el Siervo sufriente que, en solidaridad con los transidos de dolor y sufrimiento, nos justifica, cargando sobre sí todos nuestros crímenes. El Siervo es suave y firme: la caña cascada no la quiebra; tampoco se quiebra hasta implantar el derecho en la tierra.

Y en esta manifestación se vislumbra para el público el futuro de Jesús, el «que es al mismo tiempo suave y firme», por citar a san Vicente de Paúl (SV.ES VII:197). Afirma Heb 5, 8-9: «Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que obedecen en autor de salvación eterna».

Si los bautizados en Cristo obedecemos realmente como él, quedamos asegurados de la salvación. Pero como Dios nos salva a los hombres, «no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo» (LG 9), nuestro bautismo quiere decir incorporación no solo a Cristo, sino también a su comunidad.

Huelga decir que así como el bautismo de Jesús, junto con su confirmación, quiere decir comunión y solidaridad, así también significa lo mismo nuestro bautismo, junto con nuestra confirmación. Los bautizados con el bautismo del que bautiza con Espíritu Santo y fuego, dotados todos de la potestad de ser hijos de Dios y hermanos todos unos de otros, nos acreditamos por nuestra solidaridad, especialmente con los preferidos de Jesús: los excluidos, olvidados y tenidos en poco en el reino mundano.

Señor Jesús, modelo de solidaridad ejemplar,danos la convicción de san Vicente de que no nos basta amar a Dios si nuestros prójimos no le aman (SV.ES XI:553).


10 de enero de 2016

Bautismo del Señor (C)

Is 42, 1-4. 6-7; Hch 10, 34-38; Lc 3, 15-16. 21-22