Trinity Sunday, Year A-2020

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Be Love to Know God Who Is Love

Out of love, Jesus lays down his life for us sinners. No one, then, loves us more. He is the best proof that to be God is to be love.

Nicodemus comes to Jesus at night. “Night” may mean he seeks light. Is he wrestling with “to be or not to be?” A question of salvation and self-fulfillment, the question behind all questions.

It may be that he does not understand since he is a Pharisee. Pharisees do not know and mistake, besides, the way they think and feel with for of God (Jn 8, 15. 19. 23. 43-44).

Maybe it thrills them, as it does the Sadducees, to deal with disputed questions and those that trap. Among them, “Which commandment is the greatest?” “At the resurrection, whose wife will the woman be?” It is like asking, “How many angels fit on the head of a pin?”

The scribes and the Pharisees are sticklers for the law, but they leave out what weighs most. What is most proper of God: love, mercy, faithfulness, love.

God cannot but be Trinity

But Jesus shows that God is love. He so loves the world that he gives his only Son, not to condemn but to save it.

The one, then, that the only Son, God, who is at the Father’s side, reveals is not a despot. He does not a spy to punish harshly even the smallest and the weakest of culprits.

But the power of the God of Jesus is to love, to will the good of the other. Not to believe in the one God in three is to make him into our own likeness, an idol to fear and play with at selfish prayer.

And we have to know this mystery to be saved (SV.EN XI:172-173). But it is to know not so much with the head as with the heart (SV.EN XI:116).

Jesus and the disciples do not give us a doctrine about the Trinity. But yes, he is keenly aware that he is the beloved Son of the Father who anoints him with the Spirit.

As for the disciples, they believe in Jesus. His face is the face of the Maker of the world and of all that is in it. Besides, they feel the presence, up close, of the one who has gone up to heaven. For God pours out his love into their hearts through the Holy Spirit (Rom 5, 5). So, they believe that the grace of the Lord Jesus Christ, the love of God and the communion of the Holy Spirit are with them.

This experience should be ours, too. Not to have it is to be at risk of becoming like those who lord it over others.

Lord Jesus, grant that we, who eat your body and drink your blood, be love. We will thus know God who is love. Love will prod us to serve and give our lives for our brothers and sisters (Mk 10, 1 Jn 3, 16-17).


7 June 2020

Most Holy Trinity (A)

Ex 34, 4b-6. 8-9; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3, 16-18


VERSIÓN ESPAÑOLA

Ser amor para conocer a Dios que es amor

Por amarnos tanto, Jesús da su vida por nosotros, pecadores. Nadie tiene, pues, mayor amor que el que es la prueba más excelente de que ser Dios es ser amor.

De noche viene Nicodemo a Jesús. «Noche» puede indicar que él busca claridad. ¿Acaso lucha con lo de ser o no ser? ¿De salvarse y realizarse?, el interrogante que está al fondo de todos los interrogantes.

Tal vez le falte comprensión por ser de los fariseos. Es que no saben ellos y confunden también su pensar, ver y oír con los de Dios (Jn 8, 15. 19. 23. 43-44).

A ver si les encantan, como a los saduceos las cuestiones disputadas, y las enredadoras, divertidas pero vanas. Entre ellas: «¿Cuál es el mandamiento principal?». «En la resurrección, ¿de cuál de los siete hermanos va a ser la mujer?». Al estilo, sí, de «¿Cuantos ángeles caben en la cabeza de un alfiler?»

Los escribas y los fariseos son rigoristas en cuanto a la ley, pero omiten lo más esencial. La justicia, la misericordia, la lealtad, el amor, lo propio de Dios precisamente.

Dios no puede ser sino Trinidad.

Jesús, en cambio, revela que Dios es amor. Por amar tanto al mundo, entrega a su Hijo, no para juzgar al mundo, sino para salvarlo.

Al que da a conocer, pues, Dios Unigénito, que eternamente está en el seno del Padre, no es un déspota. Ni es dios justiciero, que no se compadece ni de los pequeños y los débiles, sino que siempre castiga severamente al delincuente.

Pero el poder del Dios de Jesús es para amar entrañablemente, para buscar el bien del otro. Y es amor. Es por eso que es Trinidad. No creer en Dios trino es hacerle a nuestra semejanza, un ídolo que se teme y con que se juega en la oración interesada.

Y hemos de conocer, sí, este misterio para salvarnos (SV.ES XI:104). Pero conocer, no tanto con la cabeza cuanto como con el corazón (SV.ES XI:51).

No nos dan incluso Jesús y sus discípulos una doctrina sobre la Trinidad. Pero, sí, tiene él conciencia aguda de que es Hijo querido del Padre que lo unge con su Espíritu.

Y los discípulos, a su vez, viven con fe en Jesús. Es que ven en él al Hacedor del mundo y de todo lo que hay en él. Además, sienten la presencia, de cerca, del ya subido al cielo. Pues derrama Dios su amor en sus corazones por medio del Espíritu Santo (Rom 5, 5). Creen, pues, que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo están con ellos.

Esa experiencia debe ser nuestra también. No tenerla es correr el riesgo de ser como los tiranos.

Señor Jesús, concédenos a los que comemos tu cuerpo y bebemos tu sangre ser amor. Así conoceremos al Dios Amor que nos apremie a servir y dar la vida por nuestros hermanos y hermanas (Mc 10, 1 Jn 3, 16-17).


7 Junio 2020

Santísima Trinidad (A)

Éx 34, 4b-6. 8-9; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3, 16-18